Cuento / 1a. parte
No se puede vivir con el corazón roto. No se puede vivir con el alma partida. Con la vida, sin vida. No se puede respirar sin ella.
Ni vivir sin lo más amado en la vida. Sin esa ilusión y esperanza de volver a verla.
Y lo tienes que comprobar por ti mismo. Sencillamente por más que lo intentes, por más que cada mañana te levantes a luchar contra tu muerte. Estás vencido antes de iniciar el combate. No se puede vivir sin corazón, sin el corazón de ella.
Dejas de funcionar. Se te ensancha un enorme hueco donde antes lo tenías. Estás partido a la mitad. Nada te vuelve a interesar. Te da lo mismo que sea noche o día. Quieres dormir, cerrar los ojos y no volver abrir la vida. Encerrarte en tu oscuridad. El mundo ha dejado de existir en ti. Tu mundo es ella. Y ella ya no existe.
Te quedas atrapado en ese momento, con ella, congelado en esa imagen de ella sonriéndote, como una de esas viejas polaroids instantáneas, y la miras a ella, como todo tu pasado, tu presente y tu futuro inexistente.
No se puede vivir con el corazón roto. Es horrible. No se lo deseo a nadie. Ni a los muertos.
Lo que daría por un solo abrazo de ella, pero los muertos, muertos estamos. Los muertos carecemos de esperanza.
II
Para serte sincero, no voy a sobrevivir mucho tiempo sin verte. No me doy ni media semana, es más, ni media hora. No voy a vivir sin saber de ti. Sin imaginarme esos pequeñitos pies que tienes, que adoro, aunque digas que parecen garfios de Góngora mal parida.
No soy como tú, flakita. Lo reconozco, tú tienes más ovarios que tanates tengo yo. Cierto que te prometí jamás volver a buscarte. Borrarte de mis faces, de mis watsap.
Y mírame, apenas llevo unas cuantas horas y ya estoy arrastrando la cobija gacha por llamarte. Ya me consume a madres la tristeza que como gusanos carnívoros me están comiendo a dentelladas.
Se me queman las ansias por bombardearte con miles de watsaps. Por compartir cientos de millones de canciones desde Sabina hasta los Panchos, melcocha y mieles derramadas.
Dime hasta dónde quieres que me vaya de rodillas y ante cuántos señores de Chalma he de danzar para que tu cuerpecito huesero vuelva a brillar en mi colchón. Dime cuánto he de arrastrarme para que vuelvas a creer en mí. Yo no puedo vivir sin ti, chingada madre, entiéndelo.
No puedo vivir sin ti, estoy empanado de ti. Empachado de ti. Asfixiado de ti. Y no es codependencia como lo quieres llamar desde el témpano que habitas, ni capricho de cincuentón.
SE LLAMA AMOR DEL BUENO. Ajúa. Viva a josealfredo y Pedrito Infante. Y no me importa que me restriegues en la cara que no soy tu tipo y que el psiquiatra me aconseje no volver a verte ni en pintura.
Yo vivo amarrado a tus ojos cafés, yo estoy maniatado a tu breve cintura (ni tan breve, cariño) y a la jugosa cadencia de tus nalgas. Yo vivo para descubrir los oscuros secretos de tu vientre. Y yo no sé respirar si no es a través de tus labios.
Neta flaka, ya lloré todas las lágrimas que me tocaban, las mías y las de nuestros hijos que algún hemos de tener tú y yo.
Ya pagué con sangre todos mis años de huilez y de perro maldito. Ya no me hagas llorar así, en seco, sin llanto, con esas espinas que queman. Ya te juré por todos los dioses, los benditos y los malditos.
Ok, ok, sé que me merezco cada uno de tus desprecios. Sé que me merezco esta y todas las crucifixiones que me quieras hacer. Me merezco que me hagas manita de puerco. Que me quites la piel en tiras y la riegues con cal.
He sido el peor de los bastardos y el más infame de los canallas contigo, cuyo único pecado y única culpa, es quererme como me has querido.
Si hubo una mujer que me ha querido más que tú, esa fue mi madre ya fallecida. Ninguna mujer, a sus veinte años me ofreció el sacrificio que me ofrendaste y que te he hecho llorar un chingo en mi soberbia de macho cabrón, y que merezco que me desprecies y me humilles, pero también sé, que me quieres un resto, tú misma me lo escribiste en ese watsap: Jesús si no te quisiera como te quiero.
A eso me aferro y estoy terco, pese a las guantadas, golpes bajos, escupitajos, pellizcos chinos, que me has dado, porque los merezco, merezco que me asen en leña verde por hacerte llorar como te hice llorar, por destruir tu fe inocente, por ser un hijo de la chingada, pero también es cierto que a nadie he amado como te he amado a ti, y también es cierto que siendo un perro de la calle, rabioso que muerde la mano de quien lo acaricia, moriría por ti en cuando me lo pidieras.
A ver dime, no te di mi hermosa bala cuarenta y cinco con la promesa de ya no pensar más en meterla en mi cabeza. A ver dime, no me tienes de rodilla caminado en piedritas puntiagudas. No me importa cuántos calvarios tenga que sufrir ni cuántas cruces tenga que expiar para lograr que en tu corazón vuelva a florecer mi nombre, para lograr que esa boquita que he besado vuelva a ser mordida por mis labios.
Y no voy a rendirme, flakita cabrona, así me patees en el culo las veces que se te hinchen, así me vomites encima de asco; yo soy de los que no se rinden y más cuando estoy enhierbado contigo y más cuando me haces llorar, cuando me hiciste prometer que ya no te buscaría, que ya no llamaría; que más necesito hacer: ¿Quieres que te tumbe a pedradas la luna? ¿Que escale el Everest? ¿Que te jure mi lealtad y amor eterno? ¿Que me cape por ti y te los de en bandeja de oro? Abrázame. Perdóname flaka.
He sido un perro rabioso contigo, te hecho más daño que a ninguna otra mujer, Pero te amo. Te amo y rezo porque tu corazón me siga bendiciendo con tu cariño.
Aquí estaré por si decides volver. Aquí estaré dispuesto a pedirte perdón de rodillas, mientras me abrazo y beso gustosamente tus hermosas piernas. Aquí te espero por si aún tienes cariño para mí. Ven a darme esa última oportunidad que no merezco. Te amo Penélope …
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