Las fiestas de la Ciudad, un botín de unos cuantos

* Ya no corresponden a lo que dice la ley estatal de cultura * Habérselas quitado al gobierno municipal es violatorio de la Constitución

Cultura28 de junio de 2024 Sergio O. Delgado Soto
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Poderoso caballero es don dinero / Quevedo

Las fiestas de nuestra ciudad capital son, por obvias y constitucionales razones, responsabilidad exclusiva del gobierno municipal, y qué mejor manera de celebrar un año más de vida de la Perla del Guadiana que exhibiendo y presumiendo lo que el Municipio tiene en el campo de las bellas artes, como ocurrió cuando la ciudad llegó a sus 400 años de vida, a su cuarto centenario, de lo cual, siendo yo muy jovencito, fui testigo; una celebración cuyos  espacios principales fueron el Auditorio del Pueblo y el Paseo de las Alamedas, a lo que se agregaban las tocadas de la Banda del Estado en el kiosko de la Plaza de Armas y la Orquesta de Cámara de la Universidad Juárez. 

Recordar las fiestas por el cuarto centenario de la Ciudad tiene su explicación: en el programa de la celebración se veía Durango, ¡se sentía Durango! Pensemos simplemente en lo que a la música popular se refiere: estaban nuestros mariachis, nuestras orquestas, nuestros grupos norteños, nuestros tríos y nuestros solistas, como Manolo Herrera y Armando Blancarte, dos espléndidas voces. Y así por el estilo las demás actividades artísticas. Que hubo espectáculos venidos de fuera, claro que sí, pero eran los menos. Uno de ellos, según me dijo el tenor y amigo Alberto Romo, fue la presentación de Leo Dan y los Apson en un Auditorio del Pueblo lleno hasta el tope. 

Lo que se nos ofrece hoy como fiestas de la Ciudad nada tiene que ver con lo que, según la ley estatal de cultura, debían ser. De entrada, porque ya no las organiza el gobierno municipal, cosa que, por lo que apuntamos renglones arriba, viola nuestra Constitución. Y luego porque el atractivo mayor de la celebración son los solistas y grupos musicales que vienen de fuera, a los que se les paga lo que nunca a los solistas y grupos nativos. Eso, lisa y llanamente, es desamor por nuestra ciudad capital, malinchismo en grado sumo. Pero sabe, amigo lector, con qué gobierno nació este agandalle de una celebración que es del Municipio. Pues ni más ni menos que con el de Ismael Hernández Deras, que todo lo que tocaba lo pervertía y le sacaba moche. Y como Esteban Villegas, ideológica y políticamente hablando, pertenece a la generación ismaelita, ahora sí que como dicen los rancheros: ¡otra vez la burra al maíz!

Por otro lado, llamar a lo que ahora nos imponen Feria Nacional simple y sencillamente no va, como no va tampoco ponerle el nombre de Francisco Villa. Para celebraciones por las que debía asomar lo que en arte y cultura tiene Durango capital, el nombre debe derivar de figuras locales en esos terrenos, como Fanny Anitua, Velino M. Preza. Andrea Palma y Alberto M. Alvarado, el compositor del hermosísimo vals “Recuerdo”, entre otros. Para acabarla de amolar, el grueso del dinero de nuestras contribuciones que se le mete al festejo se lo llevan los solistas y grupos musicales foráneos en tiempos en que la actividad comercial aquí, por la escasez de circulante, está muy deprimida. Y en cuanto a saber cómo exactamente se aplicó ese dinero nuestro, ¡imposible!, por lo que recientemente y a los cuatro vientos nos advirtió Lauro Arce Gallegos: “¡Y, por favor, no me pidan que les rinda cuentas!”...¡Ah carambas! ¿Pues que no es dinero público el que está de por medio? El que nada debe nada teme. 

La conclusión de lo aquí expuesto es obvia: las fiestas de la Ciudad ya no corresponden a lo que dice la ley estatal de cultura: se han vuelto un botín de unos cuantos. Y si habérselas quitado al gobierno municipal es violatorio de la Constitución, la pregunta es obligada: por qué han pasado de largo ante este descarado agandalle el Cabildo Municipal y el Congreso del Estado, como también el Poder Judicial. Y lo mismo hay que decir de la Universidad Juárez y su Facultad de Derecho, la Barra y el Colegio de Abogados. Los que sí no tienen perdón de Dios son los partidos políticos, especialmente los que se reclaman de izquierda: el PT y MORENA. Y en cuanto a los trabajadores de la cultura, más allá de quejarse no hacen más, cuando muy saludable sería que organizaran foros para abordar este asunto y encontrar la manera de devolverle a los cumpleaños de nuestra ciudad capital la dignidad y el contenido que les corresponde. 

 

 

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