Cuento / 1a. parte
Sufro por ti. No debería de darte el poder, pero es imposible no sentir, es imposible ser displicente ante ti. Me decías ‘te amo’ con sinceridad, pero no me lo dejabas ver, cerrabas tu corazón, como si fuera una caja fuerte, eran muy pocas las veces que te sincerabas.
Escribías por mí, analizabas mi mente y a mí me encantaba, pero no podíamos existir así, me escondí, luché en contra de mi ser, lucho por ti.
Cuando te lo hice saber me dijiste que no estuvo bien. ¿Entonces? Debí dejar de luchar, dejar que mi instinto más bajo me dominara, que soltara rabia en forma de palabras hirientes, entramos en un ciclo infinito, infinito de rutina, infinito de gritos, reproches, reclamos, aunque existían sinceros destellos de amor, siempre me dejabas ver lo mucho que te lastimaba.
No te culpo, es difícil estar conmigo, estoy en un vaivén de sentimientos conmigo mismo, no tengo un balance, esperaba mucho de mí, pero a veces no podía o tan siquiera no quería levantarme de mi cama, prefería dormir horas durante semanas, dejar que todo corra alrededor mío y que nadie me note, no alcanzar a la vida, que me deje atrás y se olvide de mí.
Espero que nuestro viaje no expire, estoy confundido, mentiría si te lo niego, siento que me amas, pero me dejas ir, me dices que no está nada bien y me mandas con las carroñeras emociones que me comen cuando ya no soy nada, cuando quedo a la intemperie y mi piel se deja ver, ya no lucho con ellas, solo trato de aprender a darles lo que quieren.
Mi armadura ya no la necesito porque estoy a salvo conmigo, me cuidaré y me daré lo que busco, deberías de luchar, dejar el soberbio orgullo que te quema y decirme qué es lo que pasa.
Me derretí en lágrimas calientes y dolorosas, me animé a sentir y me quedé tirado, espero poder ver qué es lo que pasó y entender todo lo que siento y no juzgar tu decisión.
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