En Durango capital: Aunque soplen y griten las campañas no prenden

La oprobiosa reelección de ambos; los dos están enfermos de poder, no convencen a los electores. En el ánimo de la ciudadanía, nunca se había visto tanta apatía y tanta frialdad

Local06 de mayo de 2025 Jesús Mier Flores
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Salvo sus equipos de campaña, que ataviados de azul y guinda y mediante un alto costo, se dedican a aplaudirles como focas y a gritar y soplar a los cuatro vientos, que sus candidatos van a triunfar.

Pero en el campo de la realidad y en el ánimo de la ciudadanía, nunca se había visto tanta apatía y tanta frialdad; según las agujas que cronometran el ambiente político, donde Ochoa no espanta y Enríquez no levanta; donde Ochoa no apunta y Enríquez no repunta; donde Ochoa no avanza y Enríquez no lo alcanza. Pero la cereza del pastel se deshace de riza, cuando Ochoa asegura que va a triunfar y Enríquez, literal, vocifera que se la van a pelar.

Supongamos que la oposición diera ese jalón de prepucio y Enríquez se saliera con la suya, o viceversa, no habría mucho entusiasmo en la ciudadanía, ya que a estas alturas, la opinión mayoritaria campea en el desánimo que se escucha en el grueso de la “Vox Pópulis”: ¡El que sea!  ¡El que salga! ¡El que venga! Que al cabo de los dos no se hace uno.

No creo que la gente se equivoque al emitir semejantes opiniones, dado que esta vez se encuentra en medio de dos políticos, que ya le hallaron el modito de imponerse así mismos y arrogarse el derecho supremo, de aspirar por segunda vez a la alcaldía de Durango, quizás con mucha facilidad para ser candidatos, pero con mayor dificultad para lograrlo.

En la narrativa de su historia como alcaldes, ambos están empatados, ya que al principio de su administración, la ciudadanía se manifestaba alrededor de la esperanza que representaban, cuya premisa no daba lugar a ningún resquicio para que fallaran. Desafortunadamente al final de su gestión y sin motivar las opiniones, éstas afloraron espontáneamente en sentido inverso; ascendiendo al mutis espantoso del silencio y a la mueca facial del desagrado, al escucharlos otra vez, cuando se desgañitan que ahora si van a hacer lo que no hicieron, porque esta vez, su intención sí es en serio, la pasada fue de a mentiritas.

Y ahí está el meollo del asunto, donde ni uno ni otro, aunque griten y soplen han podido convencer a aquellos electores que han caído en la apatía, de aquellos que ya no están dispuestos a tropezarse con la misma piedra; a aquellos que ya no están dispuestos a que por segunda vez los lleven al cine a ver la misma película del “Durango por venir” aunque los sienten en zona VIP. ¡No señores! Se les agotó el plazo y la palabra confianza a la que acuden otra vez, está en el piso hecha pedazos.

Ante dicha realidad, cada día diseñan una estrategia diferente y desafortunadamente ninguna les rinde frutos. Pero eso, no para las pacas de billetes para pagar las encuestas, donde una y otra vez los dos son punteros, dejando de lado la verdadera voluntad de la gente, que sin duda se siente agraviada por la oprobiosa reelección de ambos; ya que el que una vez llegó y campechanamente quiere regresar y el otro que ya terminó y continchonamente no quiere irse. En fin, los dos están enfermos de poder y el desprecio no es la cura de ese mal.

Para concluir, no podría dejar en el tintero, algo que no es nuevo, pero que ahora ha refinado y me refiero a la biblia de la lealtad partidista, donde la han convertido en el evangelio de la adquisición de porros prianistas y no prianistas, que abiertamente se exhiben percudiendo escandalosamente a las figuras representativas, quienes se encomiendan a la cruz de su parroquia, pese a que les ayudan a granjearse el escupitajo del desprecio.

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