Otro gobierno gatopardista

En el PRI la corrupción es el engrudo y el lubricante de sus estructuras.- Alan Riding

Opinión 08 de enero de 2023 Sergio O. Delgado Soto

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Si la memoria no me falla, fue en 1970 cuando estalló un conflicto entre la Universidad Juárez y el entonces gobernador del Estado, Alejandro Páez Urquidi, un ilustre desconocido en Durango, impuesto por el Consejo de Administración de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey y con la instrucción, más que de gobernar, de impedir a como diera lugar otra toma del Cerro de Mercado por el estudiantado en pro de la industrialización de esta ciudad capital. Nunca más un movimiento social como el de 1966.     

Si bien no alcanzo a recordar qué fue lo que generó el conflicto en  cuestión, mismo que provocó que el gobierno estatal le retuviera el subsidio a la Máxima Casa de Estudios, tengo muy presente que un abogado muy prestigiado como tal y probo, Don Miguel Guerrero Román, se inconformó tanto con esta agresión a la autonomía de la Universidad, que renunció a su cargo de juez del ramo penal convocando a hacer lo mismo a compañeros suyos egresados de la entonces Escuela de Derecho que trabajaban también en el Poder Judicial, y hacer esto, lo dijo públicamente, por elemental respeto y agradecimiento al Alma Mater que los hizo leguleyos profesionales gratuitamente. 

La verdad de las cosas es que esta convocatoria del Lic. Guerrero Román no tuvo eco en sus destinatarios, por lo cual y en relación a este desaire escribió una columna en El Sol de Durango que intituló “El hombre mediocre”, toda una joya literaria que ponía del asco a todos los que les venía el saco. Esa publicación, no sólo la leí -ahora sí que con devoción- de principio a fin, sino que la conservé por muchos años en mi todavía raquítico stock de libros, periódicos y revistas. Como mi padre fue por muchos años secretario de asuntos penales del Supremo Tribunal de Justicia, cuando la leyó, me dijo que no perdiera de vista que Guerrero Román era hermano de Cuquita Guerrero Román, una mujer que al igual que el Licenciado manejaba espléndidamente el lenguaje. Dos personas, terminó diciendo mi progenitor, extraordinariamente cultas.

Traigo esto a colación, por lo que estamos viviendo hoy con el reciente cambio del gobierno estatal  con  un titular del Ejecutivo sin el bagaje moral, político y cultural necesario para empezar a sacar del atraso a Durango, que por contraste con el Lic. Guerrero Román no dijo ni hizo nada contra la toma por asalto del Edificio Central de la Universidad Juárez, una acción propia de un gobierno de facto o de ultraderecha concebida por Ismael Hernández Deras, pero ejecutada por su delfín en la gubernatura, Jorge Herrera Caldera, antes de que uno y otro acabaran rompiendo lanzas. Esto provocó en la Máxima Casa de Estudios 1) un aumento desproporcionado de la nómina (1000 plazas más) que le ocasionó una crisis financiera de la que no ha logrado salir hasta la fecha y 2) la emergencia de un poder tras el trono, el del hermano mayor del gobernador, un tal Antonio Herrera Caldera. Y de todo esto, que era inédito en la historia de la Universidad, Esteban Villegas -repito- no dijo ni hizo nada. 

Así las cosas, en 2016 es que llegan a la disputa por la gubernatura José Rosas Aispuro Torres, ya con la casaca panista, y Esteban Villegas por un PRI ya local y nacionalmente en picada. Como hubo muchos ingenuos durangueños que creyeron que el de Tamazula, ya sin la casaca del PRI, iba a democratizar el ejercicio del poder en el Estado, Esteban perdió de calle las elecciones y esto no sólo lo sacudió feo emocional y mentalmente: lo llevó al convencimiento de que en Durango el PRI en tanto opción para hacerse del poder estatal había dejado de ser atractivo para la mayoría de los ciudadanos, que lo lógico e históricamente correcto era buscar ese poder por la vía de Morena, el partido de López Obrador, con quien buscó hablar en dos de sus visitas al Estado, no habiéndolo conseguido en ambas, no sé si porque López Obrador deliberadamente le sacó la vuelta o porque su misma agenda no le permitió atenderlo.

Quiso el destino, válgase la expresión, que el gobierno de Aispuro fuera igual de abusivo del poder y descaradamente corrupto que el de sus predecesores, Ismael Hernández Deras y Jorge Herrera Caldera, sólo que en tanto un gobierno más de cuotas y de cuates la disfuncionalidad con Aispuro llegó a su máxima expresión: en todas las dependencias la ciudadanía se quejaba de la mala atención y de que le exigían “mordida” por cualquier trámite, de ahí lo popular que se hizo en el Estado el dicho de que el de Aispuro era en los hechos un gobierno príista sólo que vestido de azul, así haya sido el PAN el que salió raspado, que es de lo que acabó agarrándose Esteban Villegas para volver a fincar en el PRI su esperanza de ser gobernador.

Desde mi punto de vista, y no creo equivocarme, el triunfo electoral de Esteban Villegas, más que al desastroso gobierno de Aispuro se debió a la disfuncionalidad de Morena en el Estado, algo que hinca sus raíces en la llegada a la dirigencia nacional del partido de AMLO de la empresaria Yeidkol Polevnsky, la que ahora sí que “por sus pistolas” impuso como delegado nacional en Durango a un tal Rosendo Salgado, originario y con residencia y trabajo político en la delegación Tláhuac de la Ciudad de México. Este tipo, desde que llegó, no ha hecho más que parasitar, asido no sólo a la prerrogativa que le hace llegar el nacional: también al dinero que desde su arribo a Durango recibió del entonces gobernador del Estado, Jorge Herrera Caldera, con la condición, obviamente, de que Morena no fuera aquí ni movimiento, ni partido, sino un simple membrete. 

Cuando sale Yeidkol Polevnsky de la dirección nacional de Morena y accede a la misma Mario Delgado, en Durango ocurre algo así como para Ripley: Rosendo Salgado sigue “operando”, pero ahora compartiendo el poder en Morena con Otniel García Navarro, un príista que siendo diputado local y con muy sonados antecedentes de corrupción en el PRI, de la mano de Mario Delgado, ex priísta también, saltó a la dirigencia estatal morenista. La resultante de esta bipolaridad política es que Morena hasta la fecha y desde su nacimiento sigue ausente de la lucha social y que en su interior la lucha de tirios y troyanos es de lo más mezquina, por buscar unos (Roberto Delgado y compañía) y otros (Otniel y Rosendo) acceder al manejo de su presupuesto, que se infló considerablemente con el aplastante triunfo electoral de AMLO en 2018. 

En ese contexto es que se da el acceso a la gubernatura de Esteban Villegas, aunque luego de un proceso electoral marcado por un abstencionismo cercano al 50% y por acciones del PRI y su candidato en contra del ejercicio libre y secreto del voto que de tener en el país un INE auténticamente ciudadano hubieran hecho nulos los comicios. Lo cierto es que a poco más de tres meses de haber tomado posesión del cargo, Esteban Villegas ya tiene a la abrumadora mayoría de la población en contra, por haber implementado, con la venia de un Congreso local que hoy menos que nunca representa a la ciudadanía, un conjunto de medidas fiscales que buscan hacernos pagar el pato de la quiebra financiera del gobierno estatal que Aispuro y compañía se comieron.

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