La conveniencia de dios en la sed de poder

En el nombre de “dios” asesino, esclavizo, humillo y despojo de su dignidad y posesiones a otros

Opinión23 de octubre de 2024 Patricia Barba Ávila
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Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende la simple razón es aquella que desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda a matar en nombre de dios. José Saramago, El factor dios

Nos hemos acostumbrado a creer que la especie humana es la culminación del sorprendente proceso evolutivo que se inició hace millones de años a partir de una simple molécula. De hecho, en un reciente y muy interesante debate se sostenía que los seres humanos hemos evolucionado a tal grado que “ya no hay esclavitud” (SIC), que ya contamos con organismos de derechos humanos que se encargan de vigilar que la dignidad y posesiones y la misma vida de millones de gente sean respetados y que nos hemos provisto de leyes y lineamientos que garantizan (SIC) la armoniosa convivencia social y por tanto las horrendas escenas de aniquilamientos en masa propias de imperios y conquistadores son cosa del pasado (SIC!!). En este sentido, mucho me temo que no puedo estar de acuerdo con estas optimistas aunque, en mi opinión, poco realistas aseveraciones. En realidad, como especie poco o casi nada hemos evolucionado y a lo largo de la historia medianamente reciente, los hechos así lo demuestran.

 

Prácticamente a partir de que los puritanos provenientes de Inglaterra, principalmente, llegaron a los territorios americanos (hablo del Continente “América” y no de la denominación arrogante e irrespetuosa que reconoce como “América” al país vecino) en el siglo XVII, empezó un proceso de brutal despojo y limpieza étnica por parte de los píos y fervorosos creyentes de un libro de libros, biblia, cuyos textos, específicamente los que empiezan con el Génesis, son una clara apología de discriminación, racismo, clasismo, misoginia y una estimulación de la violencia que eriza los cabellos en boca de la deidad denominada Yahvé, Jehová y posteriormente Alá, si tomamos en cuenta que las tres religiones monoteístas más masivas provienen del mismo tronco abrahámico. Y es con base en estos escritos que los seguidores no sólo se atribuyen la exclusividad de la “verdad sagrada” sino que, en especial los prosélitos de Jehová o Yahvé que arribaron a tierras americanas se consideraban con el derecho absoluto, como “pueblo elegido” de saquear, asesinar y humillar a aquéllos de convicciones distintas y a los que consideraban no dignos e incluso, como animales sin alma.  Aquí cabe aclarar que etimológicamente la palabra “alma” proviene del término “ánima”, es decir, algo animado, que tiene vida y, consecuentemente, la palabra “animal” es una derivación de aquél. Por lo tanto es un verdadero absurdo que se afirme que “los animales no tienen ánima (o alma)”, no es verdad?

 

En virtud de lo anterior, tanto los colonos ingleses que llegaron en el Mayflower a “Nueva Inglaterra” como los conquistadores españoles que arribaron a los territorios de lo que hoy se denomina América Latina, cometieron toda clase de atrocidades amparados en su religión, ya sea la protestante en el caso de los ingleses, o la católica en el caso de españoles. En el nombre de “dios” y bajo la conveniente creencia de que los pueblos originarios eran inferiores y además “pecadores” por no rendir culto a su arrogante,  megalómana y cruel deidad y, por esa razón, merecían ser esclavizados y explotados hasta la muerte para producir las ingentes riquezas que llenaban las arcas de los explotadores y los imperios a los que servían, además de garantizarles una vida llena de privilegios en absoluta contradicción de las afirmaciones de que “dios es amor” y “siempre cuida de sus hijos” (SIC).  Y no podía esperarse otro comportamiento desde el punto en que el ser humano “no es nada” (!?) comparado con la grandeza y omnipotencia de la divinidad y es justamente esta brutal y absurda aseveración la que han utilizado los hambrientos de poder y riqueza para justificar sus crímenes.

 

¿Y por qué soy pesimista al pensar que como especie no hemos evolucionado? Precisamente porque comportamientos similares siguen ocurriendo en nuestros días trátese del continente que sea: América, Asia, Europa, África. Múltiples y horripilantes imágenes viajan a través de los medios digitales que constatan la virtual esclavitud en la que sobreviven miles de seres humanos en las brutales minas en el Congo, por ejemplo, o las condiciones inhumanas en las que trabajan niños y niñas en las fábricas de inmorales dueños de empresas textiles y de ropa en Tailandia, o el trato infame al que el imperio más depredador de la historia, USA Corporation, somete a los hermanos haitianos en el primer país que consiguió su independencia...muchos diríamos “y para qué les sirvió?”, o el deleznable genocidio que desde 1948 inició en Palestina después de que de manera aberrante, la ONU (léase: USA y sus cómplices europeos) decidieron despojar al pueblo palestino de su tierra para crear un enclave del poder imperial británico que después se desplazaría a las élites en territorio norteamericano, justamente para proteger sus intereses de dominio de los energéticos y otros recursos en esa super estratégica región del planeta.

 

En estas reflexiones no intento, en lo absoluto, descalificar a aquellos para quienes la creencia en dios representa un remanso de paz y la certeza de que después de morir volverán a vivir, ya que eso es reconfortante y, además, aplican fielmente la esencia de la doctrina cristiana y son personas amables y solidarias con sus próximos. De lo que se trata este análisis es de rechazar la arrogancia mortífera que sirve para justificar el maltrato, aniquilación y humillación de los otros simplemente porque “dios” así los faculta y porque esa misma deidad ha ordenado desde hace siglos a su “pueblo elegido”, la tribu de Israel, atacar, destruir, saquear, asesinar y esclavizar a los pueblos vecinos, uno de ellos, los filisteos que, a decir de algunos  historiadores, es de donde proviene el término “palestino”.

 

Durante poco más de un año, las sociedades mundiales hemos atestiguado con verdadero horror, el brutal recrudecimiento del ininterrumpido genocidio que ese enclave militar, que no país, llamado Israel, ha venido llevando a cabo a nombre de USA Corporation y sus secuaces en la ya declinante Unión Europea y la otrora poderosa Gran Bretaña, en contra de la nación palestina. Las imágenes publicitadas con depravado entusiasmo por la cobarde soldadesca israelí, en las que alardean como asesinan, queman vivos, violan sexualmente y torturan con una brutalidad exacerbada, a niños, mujeres, ancianos y discapacitados, son una muestra palpable de que los instintos de violencia extrema que deberían de haber desaparecido o, por lo menos, disminuido, siguen tan vigentes como en los tiempos de los salvajes imperios de la antigüedad como el romano que, dicho sea de paso, son descritos con admiración en los libros de historia como si el cometer asesinatos de comunidades enteras fuese toda una hazaña y los perpetradores fuesen héroes a los que hay que admirar y emular. Por cierto, me inclino a sospechar que esta distorsión de valores contenida en el recuento histórico de las andanzas de reyes y emperadores sirve, precisamente, a los intereses de los saqueadores y asesinos en masa del presente.

 

El comunismo es una ideología no apta para una especie como la humana, con todos sus instintos de dominio traducidos en abusos y codicia desbordada. Tal vez, si hay tiempo para que evolucionemos, estaremos preparados para esta altísima aspiración. 

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