Perdiendo mi religión por ti, Sarah

Ésta es una carta a la incertidumbre. Al caprichoso y escurridizo destino. Te la envío a ti, mi princesa oscura.

Cultura24 de abril de 2023 JESÚS MARÍN

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Ésta es una carta a la incertidumbre. Al caprichoso y escurridizo destino. Te la envío a ti, mi princesa oscura.

Yo sé que no te merezco. Merezco este destierro de tus labios.  A vivir sin tu vientre. A no beber de tu sangre.

Te escribo a ti, Sarah, vuelve a darme muerte. ¿Dónde estás? Años sin saber de ti. Años de oscuridad que me han parecido torturantes siglos.

¿Qué será de ti, mi pequeña niña? Durante ocho años, o seis u ocho, nos amamos clandestinamente.  Nos amamos con feroz hambre. Amé y amo con desesperación el mar y la playa, la oscuridad y las tinieblas, en tu cuerpo, en tu alma. Con un amor que no he vuelto a encontrar. Ni encontraré.

Ahora, en el ocaso de mis derrumbes, con la certeza del condenado al destierro. Lo reconozco, Sarah, a nadie he besado como a ti. Y nadie me ha besado como tú. Tus labios, extensión de los míos; tu alma y mi alma, una sola.

Necesito tu vientre. De esa última y piadosa caricia de tus manos, impregnándome de ternuras.  Sarah, ¿dónde estás?  Ésta es una flecha lanzada a la esperanza. Una botella arrojada al mar de la incertidumbre.

El libro de poemas que te escribí, las miles de fotografías tuyas y este amor que siento por ti, me sostienen en mis años de fosas y cementerios.

No sé si exista el destino. Las cosas siempre suceden por algo. Hoy, después de no sé cuántos años, me encontré una foto tuya en la red. Una foto familiar de alguna navidad. Te veías ausente.

De golpe se me desbordaron los recuerdos, las nostalgias, la melancolía por cada olor tuyo, por el sabor de tu piel. Por el sabor de tu vientre.

Nos amamos en la clandestinidad, en aquel refugio, en pleno centro de la ciudad. Tenías en aquel entonces, desamparados 29 años. Y el mundo por delante. Querías saberlo todo. El secreto de la luna, la canción secreta del viento. Eras terriblemente inocente. Terriblemente hermosa. Te hacía feliz cualquier gesto, un beso, el bostezo de nuestra soledad.

Recuerdas que al principio, nada más teníamos una colchoneta en el piso y la tempestad de nuestros corazones, como único mobiliario; la ropa nos estorbaba. Las manos se nos multiplicaban y nuestras bocas ardían de deseo.

Nos amábamos como si en ello nos fuera la vida. Nunca he vuelto a besar a mujer alguna, como te besaba a ti.

Nuestras bocas fueron creadas para besarnos. Yo te convertí en mi oscura dama y para ti fui tu demonio. Yo hubiera dejado mi mundo por seguirte. A mi mujer de aquel entonces. A mis miedos y carencias de hombre.

Hubo demasiadas historias y muertes en nuestra historia. No he sabido de ti, hasta hoy, al encontrar tu foto.

Ahora tengo claro porqué he sobrevivido a la deriva, con la culpa por la forma en que te traicioné. Demonio al fin. Ojalá estés bien donde quiera que estés, Sarah, mi amada princesa oscura... Regresa a mí, estoy perdiendo mi religión por ti…

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