Cuento / 1a. parte
¡Manojo de génesis!
¿Cómo encontrar la palabra ausente de un poema?
¿La que falta para darle sepultura?
¿Para inventarla junto a un
semejante y hacer sueño compartido?
Encontrarla como se encuentra
en la primera cita ese sueño original
Ah, racimo de comienzo:
Este poema quiere gritar
hasta que encuentre la voz de mi glosario
perdida en el balance de la ecuación
Ante las sílabas de una voz
que encarne el significado de este alarido
que me preña la garganta
No importa si al liberarla revienta los valles
allá donde se escuchan los pensamientos maternos
O se apague la luz de luna llena
que atrapa mis santorales
O para condenar la vida en estos versos
-Pero no, porque la vida pertenece al minuto anterior
para intentar curar cosa del pasado-
-Advierto: no escribo para nadie
porque a nadie le importa mi garganta gestante…
Escribo para olvidar que para recordar escribo Mas no encuentro palabra para nombrar
la cosa que revienta en mi garganta.
¿Quién plagia estas letras en la era de mi dolencia?
He perdido el turno de los que quieren morir
de frente por cualquier prejuicio
Disfrazando una ausencia
sangradamente a mitad del pecho
O por demanda del confuso raciocinio
O los posibles reproches de una mujer ausente
y me hace perder el tiempo blasfemando
a toda prisa tanta poesía
Cuando era niña, había muchos fantasmas
en mi ojo a la hora del espanto
Entonces, ahí se anclaba la pena
lamiéndome la alma y mi madre reía de mi temblor
Mamá: usted no sabe la falta
que me hace cuando suena la alarma de la querencia
Sobre todo cuando viene a buscarla
a su ventana el canario aquél,
-ahora con atuendo de tenor congestionado-
Y trae su canto de rubio noche que hasta mi piel endurece
Y su trino está cargado de espantajo y chorritos de rímel y aguamiel
Volvió la pena, aquí está
lagrimeándome la dermis
Como si con toda la tristeza del mundo llenárase mi duelo
Cuando usted estaba,
todo era ocasos coloridos más allá de la pradera
Pero usted se fue, y hube de alejar la alegría
a garrotazos y la última risa de aquella tarde.
Entonces, mis ventanas del cerebro se cerraron
Y los colores más allá de la pradera
son llamas donde su canario amaestrado ha emulado en Ícaro
Sangran llamaradas los colores del ocaso,
pobre ave ahora en libertad,
mi madre te lloró entre sus plegarias
Ah, canario, sólo hay algo que
i me reconforta: yo sí estoy amaestrada.
Ya se marchitaron los columpios de coronas
en la madreselva del dintel.
Y empezó el temor a ese río mirándome indeciso
Madre, ya no hay alfombra de tréboles en su jardín
Y aunque visito a diario sus rosales, siguen doloridos
Yo no sé mamá, si puedo llamarla sueño,
en esta alcancía de cuchillos en mi pecho.
Pero sé que debo amar mis torturas
hasta despeñarme en ellas,
y me consientan sus visitas fantasmales
a delirio que siempre se conservan vivos
Debemos alejar la oscuridad
unos de otros y sus palabras sin sonido
Defender cada quien su terraplén
antes de morir hacia dentro
Llevarlo donde un rayo de luz
consuma tantos sueños apagados andando por ahí
Tantos debe haber que se divisan
en un lejos hasta donde el ojo ya no alcanza
mas su textura amarillenta,
mamá, ya habla de mi propia ancianidad
como hablan las aristas de una catedral bizantina
cuyos signos desde el tiempo me condenan.
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