El arte, el cine y la transformación cultural

Cultura27 de marzo de 2023 DANIEL ANTONIO LARA PALACIOS

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A lo largo de la historia de la humanidad las expresiones artísticas, desde las más primitivas hasta las más actuales, son resultado de las condiciones materiales de quienes las realizan, por lo tanto es posible encontrar pinturas rupestres que hacen referencia a las actividades realizadas por cazadores o recolectores, sin más; y se puede observar que conforme la vida humana se fue sofisticando, también las artes avanzaron a expresiones más técnicas y complejas, pero así sea una pintura en una cueva, o una hiperrealista al óleo, una fotografía o una película, todas las expresiones artísticas responden a un conjunto de condiciones que las generan.

Por eso es necesario hacer una reflexión sobre lo que significa el arte para quienes lo consumen como parte de su vida diaria, para quienes lo ejecutan y para quienes aparentemente no tienen interés en las expresiones artísticas.

Tenemos a los artistas que en un proceso creativo definen lo que quieren expresar en una escultura, una pintura o un dibujo, una fotografía, un relato, una canción, una obra de teatro, un video o una película. En principio el proceso que genera obras de arte es personal, parte de una emoción o un sentimiento enraizado en la psique del autor, influenciado eso sí, por las condiciones sociales, políticas, culturales y materiales.

Es por eso que en tiempos de trasformación, revolución, iluminación, las formas de ejecutar las artes sufren transformaciones, creando nuevas formas de expresión o maneras inexploradas de comunicar a través de las técnicas artísticas ya existentes.

Las grandes obras artísticas vienen de un ejercicio intelectual muy profundo y en muchos casos también tienen un origen en la conexión de conceptos aparentemente inconexos, mismos que el autor une y en una catarsis el espectador se sorprende con la forma en que se le entrega la obra para contemplarla y despierta en él un sentimiento.

En tiempos en los que el conservadurismo se apodera de los espacios sociales, políticos y económicos, las artes sufren de un estancamiento, es el caso de -por poner un ejemplo-, el cine mexicano, que a lo largo de su historia ha tenido etapas de florecimiento como la Época de Oro a mediados del siglo pasado, en los que la cultura se transformaba por los grandes cambios materiales que trajo consigo la Revolución Mexicana.

El arte estaba vivo en todos sus aspectos, pero conforme los cambios se detuvieron en el país, muchas de las artes sufrieron de un estancamiento, el régimen priista de la segunda mitad del siglo XX censuró muchas expresiones por considerarlas amenazas, en el caso del cine se cortaron casi todos los apoyos al cine nacional y se limitó el apoyo a ciertas producciones con directores extranjeros, que representaron la decadencia, el estancamiento y la irreflexión, llegando a la mal lograda época del cine de ficheras que tomó los aspectos morbosos del erotismo y los explotó comercialmente en detrimento de la calidad cinematográfica.

Para la llegada del neoliberalismo las artes sufrieron un estancamiento incluso peor, porque todo se volvió referencial a la cultura norteamericana, la misma historia contada una y otra vez; en televisión con las telenovelas y en el cine con las comedias románticas que nada o muy poco tienen que ver con la vida en las calles de nuestro país, la élite controlando la narrativa y de cierta forma hablándose a sí misma.

Las artes fueron secuestradas para el disfrute de la clase alta, o para su beneficio comercial como es el caso del cine y la literatura, los apoyos gubernamentales al arte se hicieron inaccesibles para el grueso de la población y, al igual que con el resto de la economía, se entregaron jugosos negocios a unos cuantos para controlar lo que se expresaba.

Hoy en día muchas de las artes que se aprecian en el país se difunden a través de plataformas digitales y redes sociales y todo tiene un fin comercial, de cierta forma el capitalismo se apropió de las expresiones artísticas para su explotación comercial, de tal forma que casi todo el contenido artístico, con honrosas excepciones, como en el caso del cine con el director Luis Estrada, maestro de la sátira cinematográfica en México.

En sus cintas ha retratado realidades en el país con gran dominio de la narrativa y ha criticado de forma magistral los males que aquejan al país como la corrupción política, los medios de comunicación al servicio de las élites y su instrumentación en el control de daños en el ámbito político, la manipulación desde las altas esferas políticas y mediáticas.

Películas como Un Mundo Maravilloso, La Ley de Herodes, El Infierno, La Dictadura Perfecta, han sido censuradas desde el poder por mostrar la podredumbre del sistema mexicano y por evidenciar las corruptelas de la clase política mexicana.

Con el estreno de la nueva película de Luis Estrada ¡Que viva México! se vienen interrogantes, el éxito comercial de sus películas a través de las décadas, puede haber modificado su perspectiva de las problemáticas del país, según lo declarado por el propio Estrada en distintas entrevistas. Él ve la polarización como un mal que divide a los mexicanos, parece olvidar que el país ya estaba polarizado por las profundas desigualdades.

El hecho de que los olvidados estén molestos con cómo se manejó el país durante el periodo neoliberal no es el problema, el problema es que los causantes de estos agravios se nieguen a perder sus privilegios y ataquen a quienes buscan traer justicia para los más necesitados.

No cabe duda que durante los últimos sexenios el cine de Luis Estrada acompañó los dolores de los oprimidos en este país, dio voz a los necesitados, desenmascaró a los corruptos aun desde la ficción.

Falta ver lo que pasará con el arte y la cultura a raíz de la transformación que se vive hoy, que la Revolución de las Conciencias alcance a las expresiones artísticas, ya que al día de hoy a pesar de que hay obras muy notorias en infraestructura para el desarrollo nacional, en las artes y el cine la transformación todavía no se refleja del todo, al menos no en expresiones que hayan alcanzado la notoriedad que se requiere para impactar el imaginario colectivo nacional.

 

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