Última morada, Panteón de Oriente

El Cementerio municipal, tradicionalmente conocido como Panteón de Oriente, fue erigido en el año de 1860, en un terreno que fue donado para tal fin por el señor Juan Flores. Este espacio vino a sustituir a los viejos cementerios que venían funcionando en la ciudad de Durango, los cuales quedaron en desuso a raíz de la implementación de las Leyes de Reforma expedidas en el año de 1857 por Benito Juárez García.

Cultura07 de febrero de 2023 ALFREDO ANTONIO SOLANO ARELLANO

panteon web

En los años previos a su edificación, tarea que se llevó a cabo durante el gobierno de José María Patoni, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, operaba en la cuidad el denominado Panteón de Santa Ana y posteriormente el de Los Ricos, el cual colindaba al norte con la calle Gómez Palacio, al sur con el callejón de Santa Ana, al oeste con Bruno Martínez y al este con Constitución.

De acuerdo con dato consultados en el Archivo Histórico Municipal, para la década de 1840 el panteón de Los Ricos ya estaba saturado, situación que llevó a las autoridades a tomar la determinación de cerrarlo definitivamente y establecer otro, el cual se ubicó en parte norte de la ciudad, esto en un espacio ubicado entre el Cerro de San Diego y la montaña del Cerro de Mercado.

No obstante a esta medida, los ciudadanos en rechazo a ella continuaron haciendo uso del Panteón de Los Ricos, lo que llevó a las autoridades a tomar el acuerdo de que destinarían un carro de dos ruedas jalados por una bestia para trasladar a los difuntos de escasos recursos hasta el nuevo cementerio.

“Este servicio gratuito, solamente se ofrecía a los pobres, lo cual dio como resultado que solamente la clase social menesterosa hacía uso del panteón y de ahí surgió la distinción de Panteón de Los Ricos, el de Santa Ana y Panteón de los pobre el del norte”, según consigna el documento publicado en el revista Aquí Durango, órgano informativo del Ayuntamiento 1986- 1989.

La primera sepultura que se localizó en el actual panteón de Oriente o Municipal, es la del señor Ruperto Aragón quien falleció el 9 de abril de 1861, ésta se encuentra unida a la barda de lado poniente del cementerio en el área que se denomina ‘Panteón Viejo’.

Aquí yacen los restos de hombres y mujeres que han hecho notables aportaciones en el campo de la cultura y el arte a la sociedad de Durango tales como Alberto Melquiades Alvarado, el general José María Patoni, Carlos Santa María, Benjamín Argumedo, Domingo Arrieta León, revolucionario y primer gobernador constitucionalista del estado, las profesoras Francisca Escárzaga y Delfina Arroyo, la maestra Juana Villalobos, el pintor Rodrigo Avalos, el ex gobernador Francisco González de la Vega, el líder agrarista José Guadalupe Rodríguez Favela, el compositor Miguel Angel Gallardo.

Destaca en el panteón el arte funerario en el trabajo del escultor zacatecano Benigno Montoya Muñoz quien dejó testimonio de su talento en los ángeles, arcángeles, mausoleos, capillas, tumbas y monumentos que se erigen en este panteón de 63 hectáreas de territorio.

Muestra del arte de Benigno Montoya en el Panteón de Oriente, es la escultura denominada la Piedad, localizada en el lote 86, Letra E, área en la que está localizada la tumba del señor Angel Castillo López.

Se trata de un relieve que muestra una madre en el declinar de la edad, una progenitora cuyos afectos se han concentrado en un hijo.

En cada uno de su trabajo realizado en las tumbas del panteón de Oriente, el escultor da testimonio de que las cuestiones artísticas y espirituales “nunca habían estado tan compenetradas, lo uno es inseparable de lo otro y el hecho de que cada uno alcance igual grado de profundidad, intensidad y maestría en una sola persona es en esencia lo que le da a  Benigno Montoya su carácter excepcional”, apunta el ingeniero Francisco Rugo Montoya Burciaga.

Otro monumento elaborado por Benigno es el que se erige en la tumba de la esposa del Gral. Gabriel Gavira, Sra. María del Refugio Sáenz, la construcción consiste en un tronco de árbol de cantera con una hoquedad localizada en la parte media, destinada a albergar un nido con cuatro pichones huérfanos y al pie del tronco una paloma muerta.

Para coronar la tumba se modeló un jarrón de barro, para contener según la idea de Gavira una planta de siempreviva que simboliza la vida eterna, en el nivel de piso quedó plasmado un epitafio en verso dedicado a Cuca Mía.

Las tumbas del Panteón de Oriente, monumentos y mausoleos, son un testimonio de los diversos estilos, que contribuyen a dar su carácter solemne a este espacio que ya es parte de la cultura, historia e identidad duranguense.

 

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