¿Me reconocerás con tu nuevo traje dorado
montado en tu caballo blanco,
paseando fuera de mi castillo?
¿Podrás detener tu mirada en la mía,
vislumbrando del pasado, sus curvas tormentosas?
¿Qué dirá tu olfato
si encuentra el céfiro de mi cabello al pasar?
¿Cómo sabrás reconocerme
entre los nuevos vagones de nuestro destino?
¿Seremos niños que se rondan
aprendiendo de nuevo a amar?
¿Seremos jóvenes gallardos
y ansiosos por recomenzar?
¿O estaremos viejos y cansados,
cuando nos habremos de encontrar?
Mis ojos,
ten por seguro que buscarán
el brillo de los tuyos apenas al despertar;
¿cómo no evocar tus caireles
que lentos cubrirán tus sienes?
Porque yo, amor,
no necesitaré
recorrer otras manos y otras bocas;
no iré errante por la vida
buscando jóvenes ávidos
o ancianos ansimantes;
ebrios o amañados,
ni adulterios delirantes.
Volveré a nacer,
tenlo por cierto,
sólo para encontrarte.
Te reconoceré apenas estés cercano,
por la profundidad que alcanza tu alma,
por tu andar de aventurero
y tu olor de romero
recién florido.
Espacio Libre México
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