Sparta, de Ulrich Seidl

El cineasta retrata la naturaleza humana en toda su sordidez y crudeza

Cultura12 de marzo de 2024 YOUSSEF MANARA

sparta web

Vi Sparta, en retrospectiva me siento hasta aliviado de haberla visto sin compañía. Bueno, compartí proyección con otra decena de personas, pero no hubo alguien inmediato y cercano con quien sufrir la tensión y el sufrimiento que tiene como objetivo claro suscitar en el espectador.

Ulrich Seidl es un cineasta que tiene más de documentalista que de creador de ficción, Sparta vuelve a poner esto de manifiesto cayendo en esta especie de "no ficción", tanto por temática como por método (de hecho su género predilecto es el documental).

El protagonista, Ewald, ha tratado de ocultar una pulsión que nace totalmente de su interior, tratando de llevar una vida normal: se compromete con su novia, visita a su padre con demencia senil en un hospital geriátrico y se dedica a su trabajo.

Pero el monstruo vuelve a surgir y esta vez de manera definitiva, quebrándose en llanto al aceptar sin reparo lo que realmente es. Abandona a su pareja y se interna en uno de los barrios más pobres de Rumania donde encuentra las condiciones propicias para gestar las maquinaciones de su filia.

El cine de Ulrich Seidl, hasta donde he visto, siempre retrata las carencias y la explotación de los más desfavorecidos, para beneficio de los que poseen los medios, la economía y la superioridad educativa, aquí no es la excepción. Ewald con total abandono por su vida, se sumerge de lleno, creando una escuela de judo ficticia en la que recluta a niños de clase baja y propensos al abandono o la casi nula supervisión de sus padres, todo para beneficio del monstruo.

Si lo pienso bien, se nos facilita mucho más digerir el documental que la ficción, y más en este caso, que para muchos puede resultar repulsivo cómo se humaniza a Ewald, pero jamás se esconde su lado perverso ni se trata de una apología ni muchos menos, como asumieron algunos festivales donde se prohibió.

Seidl asume el riesgo de mostrar todas las caras del monstruo, exponiendo situaciones donde incluso el protagonista trata de proteger a sus presas, escudándolos de la educación retrógrada de alguno de los padres o mostrando al parecer genuina preocupación ante la posibilidad de maltrato infantil hacia sus "alumnos".

Todo lo anterior es escalofriante, estamos ante un depredador que aún no pasa a la acción pero que sabemos que es solo cuestión de tiempo, pero nuestra imaginación nos lleva a los peores lugares, conocedores de la maldad humana.

Esta ambigüedad que logra imprimirle el director fue lo que causó gran controversia. Todo lo anterior transita ante un lente que arroja planos de mucha simetría y en determinados momentos para ampliar la perturbación usa planos un poco claustrofóbicos, cuando nos tememos lo peor, pero siempre dejando que nuestra mente haga el trabajo restante.

Para llevar esta ficción al paroxismo de la veracidad, la cinta no cuenta con música extradiegética, alimentando la tensión con el silencio y la voz aguda y desprovista de humanidad de Ewald. No es una película que se disfrute en el sentido al que estamos acostumbrados, lo que busca es incomodar y perturbar, juzgada por esta métrica, entonces logra enteramente lo que se propone.

La cinta trata de acercarse a lo verdadero, con un tono totalmente terrestre, sin recurrir a subterfugios, dotada de esta "inocencia" (con esto me refiero sin hacer juicios de valor, dejando y respetando a nosotros la audiencia). Ha tenido poca difusión en México, sospecho que por los mismos motivos que causó controversia en otros países, por lo que es bastante encomiable que en México se animaran a proyectarla.

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