Cuento / 1a. parte
A ti, que me has prohibido nombrarte. A ti, que me has obligado a llamarte Penélope. A ti, quien me ha dicho que no eres mi amor ni mi musa. A ti, que me dices que si has regresado no es para que te escriba. A ti, que me has cercenado mi poesía, tu poesía.
El amor nos ciega, el amor nos mata, el amor nos jode. Te traicioné hace ya trece años, por no renunciar a ser un cobarde. Te crucifiqué por ser un chacal y un Judas.
Lo reconozco, sin ti, no soy nadie. No soy nada. No tengo orgullo ni dignidad, quizá porque te amo más allá de huecas palabras. Ya no me sirve ser fuerte. Ya no me sirve ser macho. Te amo Penélope y hasta el último momento, te amaré.
Morir de tristeza es la peor de las muertes. Excepto, morir de amor por una mujer que no le importas. Por la única mujer que darías todo lo que tienes y todo lo que eres y saber que no lo quiere y no le importas.
Y ya no cree en ti, ni en la poesía que les escribes desde el corazón, ¿habrá pero muerte?
Lo cierto, mi pequeña amiga, es que estoy jodidamente muerto. Con esa muerte en vida que inunda a los desesperados de Dios. A los olvidados de Dios y olvidados de la muerte.
De nada ha servido morirme lentamente, morir de amor, sin verte. De morir en la isla de mi tullidez, a la que la vida me ha desterrado. Isla en la que he decido derrumbarme, con la única esperanza de volver a verte una vez más. Sin volver a escribirte una palabra, sin mandarte rosas cada veintitrés. Resignado al hastío. Resignado a mirar la vida desde lejos.
II
Muerto con la muerte del olvido de la única mujer que amo. No me da vergüenza decir que he llorado por ti. No me da vergüenza reconocer que he escuchado canciones de amor pensando en ti.
Cierto, hay millones de mujeres. De todos los sabores. Formas, olores. Feas, bonitas, inteligentes, tontas. Lo sé. Pero exactamente solo existe una mujer que al pronunciar mi nombre, me pone a temblar.
Aquí no se trata de sexo o nalgas, o de ojos hermosos y rostro de Satanás, se trata de que yo he elegido que mi nombre sea pronunciado por ella, por Penélope.
Yo he elegido morir nada más para ella. Y por ella. Se trata que mi muerte es por y para esta flakita mujer. No me pregunten porqué. No sé explicarlo. He tenido mujeres más hermosas e inteligentes que ella. Pero solamente es ella quien me pone a temblar de amor. Solamente en ella mi poesía se hace realidad. Aunque hoy reniegue de ella y de mi amor por ti, Penélope. Lo que me tiene enamorado. Es la forma en que me mira. La fe que algún día puso en mí. Y una vez que la he perdido, he perdido todo. La vida y la pasión por vivirla, el amor y la sed.
Yo sin Penélope no soy nadie. Así de simple, así de sencillo. Pido una disculpa a mi vida, pero ya no me interesa vivirla. Muerte, estoy en tus brazos, tomadme y liberarme de este vacío, de esta muerte inacabada. Te amo Penélope.
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