Cuento / 1a. parte
La tarde de ese sábado de julio, Nardia. Ha sido la más hermosa de todas las tardes, en perra vida de perro loco. Ha sido la tarde donde volví a encontrar mi inocencia de niño. Donde mi corazón ya no se sintió desamparado. Donde por esa tarde, no lloré la muerte de mi madre y no sentí nostalgia de ver vivo a mi padre.
Todo gracias a ti, mi pequeña niña triste, mi pequeña niña, huérfana de amor, huérfana de fe. Ha sido la tarde donde perdoné a Dios por arrancarme a mis padres. Donde mi corazón volvió a latir por una mujer, por ti, Nardia, mi pequeña niña, huérfana de amor, huérfana de vida.
La tarde de ese luminoso y oscuro sábado de julio, la llevaré tatuada en el alma por lo que resta de mis días, te lo juro por lo más sagrado entre lo sagrado.
Te lo juro por la memoria de mis muertos. Te lo jura un hombre que ha perdido todo. Un hombre triste que vaga por la vida buscando algo que ya no ha de encontrar. Te lo jura un hombre que se está muriendo.
Nardia, tenerte desnuda a mi lado, y compartieras la tristeza de tu alma, me compartieras la suavidad de tu piel, el sabor de tus morenos muslos y el tibio vino de tu vientre, me dejaras comértelo con mis besos, y me envolvieras en tu cálida voz, ha sido una de esas epifanías que casi me obligan a creer de nuevo en Dios, yo que ya no creo en nada ni en nadie. Yo que ya soy barranco. Yo que ya soy cementerio.
Nunca me he sentido más hombre junto a una mujer como contigo, Nardia. Sin siquiera darte un verdadero beso de amor, solo un beso, yo me declaro hombre solo tuyo. Hombre de una sola palabra y de una sola mujer.
Yo quiero que seas mi amiga, mi mujer, mi esposa, mi amante. Quiero que seas dueña de mis sueños y compartas mis nostalgias. Yo quiero cuidar de ti el resto de mis años y lo que me queda de muerte. Yo quiero llevarte lejos, donde, solamente existamos, tú y yo.
Nardia, quiero besarte hasta desfallecer, tus tatuajes, hasta curarte de tus viejos dolores y heridas. Yo quiero bendecir tus tatuajes con mis caricias más inocentes, con mi lengua más perversa. Yo quiero hacerte solamente mía. Y ser solamente tuyo.
He de morir, besándote tu vientre. Y no he de morir, hasta que llores todas tus lágrimas en mi pecho. Y no he de morir, hasta que te sane de ese dolor que tienes desde que naciste, cuando quedaste sin corazón.
Te juro Nardia, que voy a curar tu alma herida. Te juro Nardia que te voy amar como nadie te ha amado. No tengas de miedo de mí, Nardia, yo jamás voy a lastimarte, yo jamás voy a traicionarte. Yo quiero que seas mi familia y yo quiero ser tu familia.
Yo venceré eses miedo a volver amar. Yo venceré ese derrumbamiento en tu mirada. Yo te curaré las heridas con mis besos. Yo sabré esperarte. Yo tendré la paciencia del mundo hasta lograr una palabra, un gesto, que me alivie de este desamparo.
Yo te amo Nardia, la bien llamada Estefanía, te amo pese a que creas que el amor no existe para ti. Pese a que me has escrito que esa palabra es una putería. Yo te amo, con la serenidad de mis años desgastados, pero con la ilusión de un niño que ha recuperado la fe. Con la devoción de un santo que ha vuelto a creer en Dios.
Tanto te he buscado en este mundo, tantas mujeres que no eran tú. Hasta hoy que te encontré, Nardia, y aunque me ofreces la más grande amistad. Yo quiero tu amor. Yo voy por ti. Yo lucharé por lograr tu amor hasta la última de mis esperanzas. Yo te amo Nardia.
Tú me recuerdas el olor del mar. La tibia caricia de mi madre muerta. Nardia, yo te quiero, Nardia yo te amo, pese a ti misma, pese a todo el mundo. Y aquí estoy, no retrocederé ni un centímetro. No me rendiré ni un instante.
Yo te ofrezco lo único que tengo. Amarte con las fuerzas que me quedan. Cuidar de ti siempre. Besarte cada noche tus cuatro labios. Cerrarte los ojos a bendiciones y morder las manzanas de tu espalda. Quiero aprenderme cada tatuaje en tu piel. Quiero tatuarme en tu corazón como ya lo estas en el mío.
La tarde de ese sábado, Nardia, al besar tus indefensas manos, al comerme cada centímetro de tu piel, de tus brazos, me dieron ganas de llorar el llanto que no he llorado desde los siete años. Me dieron ganas de arrodillarme y pedirte perdón en nombre de todas las mujeres que he destruido y que me han destruido.
Me dieron ganas de abrazarte muy hondo y lanzarnos al abismo sin retorno. Me dieron ganas de volver a ser un hombre cabal, un hombre honrado y no este hombre que se está muriendo. Y no este hombre que se ha quedado sin vida, que se ha quedado sin alma. Me dieron ganas de volver a estar vivo.
Nardia Estefanía, tuve ganas de decirte las palabras que nunca le he dicho a ninguna mujer y que pensaba que eran tumbas en mi boca. Quería postrarme ante tu inocencia humillada, ante tu inocencia maltratada y pedirte que fueras mi mujer, que fueras mi amante, que fueras mi amiga, que fuera mi sol, que fueras mi día, que fueras mi mar, que fueras mi mundo.
Que te casaras conmigo ante todos los dioses habidos y por haber, que te casaras conmigo por la ley de los hombres, por la ley de la vida. Por la ley del amor. Por la memoria de nuestros muertos.
Nardia, solo existe una mujer para mí. Solo existe un eterno luto en mí hasta que no logre besar tu boca. Hasta que no logre que duermas conmigo, abrazados y desnudos. Hasta que me digas mi amor, como yo ya te lo repito mil veces aquí dentro.
Nardia mi amor, Nardia mi vida. Nardia yo te amo. Yo te amo, mi reyna cricosa, mi loca suicida. Mi emperatriz del cristal.
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