
Cuento
Tengo la ligera impresión de ser un camaleón. Ausente de color. La tarde se tiñe de rosas azules. El sol se torna violeta, finalmente al atardecer se entierra una daga que lo deja rojo salvaje. Sale la luna. Presume su vestido celeste que se mancha de amarillo cuando los cuerpos de universos lejanos le coquetean, tocando sus bordes antes castos.
Este bello espectáculo lo capturo con mis majestuosos ojos. ¡Son tan hermosos estos fotogramas!
¿Qué pasa conmigo? Veo ¡Siento los colores, me queman, arden en mi piel!
Es probable que haya olvidado lo que es ser un camaleón. Es probable que haya perdido la magia que me cobijaba en lluvias de antaño.
- Siguiendo con su camino, vaga en solitario, una hermosa criatura. Su cuerpo despide millones de colores, colores imposibles de recrear por cualquier otro ser. En su camino, deja semillas que se elevan en el cielo, brotan entre las nubes. Los relámpagos, sus raíces; se dejan ver entre tifones por las noches. Por el día, adornan los rulos del sol que opacan a los arcoíris que celosos bajan a la tierra para ser vistos.
Nadie sino, Él, tiene esa magia. Nadie más que Él.
Espacio Libre México
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