El adiós de un viejo corazón

Un pequeño perro llamado Tommy corría todas las mañanas en una sucia y escondida ciudad, llena de basureros y gente que caminaba muy malhumorada. El pequeño Tommy siempre se reunía con su buen amigo Harold, un perro viejo pero muy sabio, que con su voz profunda y rasposa siempre aconsejaba al pequeño Tommy.

El gran Harold, como todas las mañanas, encontró al pequeño Tommy corriendo entusiasmado por toda la ciudad. Harold solo pensaba en la felicidad que le daba el ver al pequeño Tommy corriendo de un lado a otro, más sin embargo existía un gran problema: Harold no sabía cómo le diría a su pequeño amigo que estaba muriendo, pues el gran perro debido a su edad, su cuerpo ya no resistiría más. El no quiso detener a Tommy y siguió su camino sin más, pero poco después el pequeño perro corrió tras él y lo invitó a correr junto a él.

 

-Vamos Harold, estira esas arrugadas patas- decía Tommy mientras corría alrededor de Harold.

 

-Temo que en esta ocasión no será así mi pequeño amigo- respondió Harold mientras seguía caminando con la cola y sus orejas hacia abajo.

 

Tommy, extrañado, no le tomó mucha importancia y decidió caminar a un paso lento junto con su viejo amigo, los dos se dirigían a los basureros para poder encontrar un poco de comida como lo hacían casi siempre, hasta que Harold cayó y no pudo caminar más. Tommy asustado se detuvo y corrió con su amigo.

 

-¿Qué pasa?- Exclamó Tommy muy preocupado.

 

Harold no contestó y decidió ignorarlo, se levantó y siguió rumbo hacia los basureros, pero Tommy no pudo tranquilizarse.

 

-Dime que pasa, por favor- Siguió insistiendo Tommy 

 

Harold creyó que lo mejor era alejarse de su amigo para no dañarlo cuando él muriera, entonces el gran perro cuando llegó al basurero, le indicó a Tommy que fuera a lo más profundo del mismo, para buscar mejor comida, el pequeño perro obedientemente fue corriendo sin dudarlo, entonces ahí fue cuando Harold aprovechó y rápidamente desapareció para poder alejarse de su amigo.

Cuando Tommy regresó lo empezó a buscar dándose cuenta de que ya no estaba. El, persistente, empezó a correr por toda la ciudad, mientras buscaba a su viejo amigo, no fue hasta que el pequeño Tommy cansado decidió recostarse mientras de sus ojos salían lágrimas, pues extrañaba a su amigo.

Unos metros antes Harold escuchó como Tommy lloraba por no poder encontrarlo, entonces ahí Harold entendió que solo lastimaría más a su pequeño y joven amigo si lo dejaba solo sin explicarle lo que pasaba, el gran perro fue con Tommy y lo despertó. El pequeño perro solo empezó a brincar de la emoción porque había encontrado a su amigo de nuevo, más sin embargo ahora Harold le tenía que decir la verdad pues no podía seguir engañando más a su amigo. 

 

-Tommy, mi pequeño amigo, no se cómo prepararte para esto, ninguno de mis grandes años de perro ni mis más sabios consejos me ayudarán, pero no te puedo engañar más, estoy a punto de morir, este cuerpo viejo que ves ya no resiste mucho más, pero te diré algo que es cierto: mi cuerpo se irá de tu lado, mi pequeño, pero mis consejos, los recuerdos, mis enseñanzas y mi viejo corazón siempre estarán a tu lado, cuando te sientas perdido, trata de recordarme y verás como yo estaré a tu lado, sentirás mi alma abrazando la tuya y uno de mis consejos vendrá hacia ti. Me iré, pero solo mi cuerpo, así que no te preocupes mi amigo, que el viejo Harold siempre te acompañará- decía el gran perro mientras apoyaba su cabeza junto a la de Tommy.

 

El pequeño perro junto con Harold fueron a dormir esa misma noche, lamentablemente a la mañana siguiente Harold había muerto, el pequeño Tommy ahora consiente de que su amigo siempre lo acompañaría solo decidió frotar su pequeña cabeza junto al cuerpo de su amigo, despidiéndolo y sabiendo que sin importar el que su viejo amigo siempre lo acompañaría.

 

Moraleja: Es mejor siempre decir la verdad por más dura o difícil que sea, pues mentir a veces puede lastimar más.