1926

Cultura 19 de septiembre de 2023 RICARDO ALBERTO PÉREZ GONZÁLEZ

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Esa noche Ernesto estaba decidido a declararle su amor a Cordelia, ansioso esperaba la noche, para ser precisos las 12:00 en que el puntero acariciaría las manecillas del reloj para así, acudir al baile. Se notaba nervioso, el nudo mal hecho de su corbata lo evidenciaba y el ajetreo causado por recorrer su habitación como tigre enjaulado le provocaba sudor en demasía. Pero ahí estaba Ernesto, en un 20 de febrero, en el ruedo. Mientras acomodaba su cabello enmarañado recordaba como conoció a Cordelia.

Era un veinte de enero, las medias del invierno y Ernesto siendo oficinista trabajaba hasta tarde en uno de los suburbios del centro de la ciudad atendiendo quejas de turismo y dando soluciones confiables para todos aquellos clientes insatisfechos debido a los malos tratos causados por los servidores públicos. Era un día cualquiera de invierno; tan frío cuan caliente pudiese usarse un abrigo y Ernesto ya salía de trabajar para disponerse a beber café en un hostal a pocas cuadras de la oficina.

-Un día más- susurrándose Ernesto mientras fumaba un cigarrillo siendo iluminado por el farol de fuera cercano a la ventana donde estaba su mesa.

Cuando finalmente sorbió un poco de café, se escuchó a lo lejos como la puerta quería abrirse de manera estrepitosa, Ernesto pensaba: - ¿Qué ser iracundo quiere irrumpir en mi tranquilidad?, esto le perturbó al punto de levantarse enfadado y presenciar el suceso de cerca. Cuando la puerta se abrió, Ernesto se llevó una gran sorpresa.

Era una entidad femenina de mediana edad, pelo castaño y de ojos negros que hacían juego con el abrigo que traía puesto. Le fue imposible ver su figura pero le bastaba la imaginación para sospechar. Ernesto estaba tan cerca y lo único que se le ocurrió decir fue: -¿Está usted bien?

-Si, estoy bien, gracias. Me llamo Cordelia, ¿y usted es?- expresaba la señorita aún temblando de frío

Se interpretaba por parte de un chelista la Suite No.1 en G menor de Bach

-Ernesto, me llamo Ernesto.

Fue amor a primera vista. De ahí, empezaron a construir una serie de recuerdos a partir del tiempo compartido.

Mientras terminaba de acomodarse el cuello de la camisa recordaba una y otra vez la dirección de la vieja pensión donde sería el baile.

La radio sonaba a lo lejos: Interrumpimos esta señal para darles una terrible noticia… Sonó el reloj marcando las 12:00 de la noche

Ernesto salió como gacela de su casa, directo al automóvil que ya lo esperaba. Mientras iba a bordo miraba por la ventana como se achicaba la distancia, podía ver poco a poco como las luces de la posada tomaban forma. ¡Por fin!, ahí estaba Ernesto, podía escuchar a la banda de jazz que ejecutaba un agradable bepop. Justo cuando estaba por cruzar la puerta, se percató de un periódico sobre el tapete de la entrada. Le llamó tanto la atención que decidió cogerlo con sus manos.

21 de febrero 1926

Aparatoso incendio…  todos muertos…

-¡Vamos Ernesto! – se escuchaba en la puerta que estaba abierta. - ¡Luces espectacular!, será mejor que te des prisa, no querrás perderte del baile – decía Cordelia que de manera sorpresiva yacía recargada en la puerta observándolo. El joven imberbe disimulando toda emoción y consternado de alguna manera por el titular leído segundos atrás tomó a Cordelia por el brazo y entraron directo a la posada.

El baile de su vida, todo estaba dispuesto, había parejas por todos los rincones, al aire apestaba a humo de cigarro y whisky, pero eso no le importaba a ninguno de los dos que bailaban pecho a pecho, miradas coquetas y pasos sublimes. Cuando por fin se ejecutó la melodía romántica del baile, Ernesto tomó la cintura de Cordelia, la miró fijamente, le apretó de la mano y le dijo…

-¡Buenas tardes!, bienvenidos, ¡pasen, pasen! Como podrán ver es una casa muy bonita pero vale la pena que la adquieran ya que está a mitad de precio.

-¡Mitad de precio!, eso no nos lo comentaron, pero en verdad que es muy hermosa esta casa. ¿Tiene alguna jiribilla? Señorita.

- Ninguna que yo sepa, sin embargo comentan algunas personas que probaron la casa por unos días que se escuchaban al parecer dos jóvenes hablando a voz baja; se decían Te quiero. Eso siempre ocurre a las 12: 30 de la noche, estas voces siempre están acompañadas de música, pero nadie sabe el porqué.

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