Dejé de quererte. Olvidé tu mirada coqueta columpiándose en mi interior. Dejé de sentirme nervioso, perdido. Recuerdo aún, como te pavoneabas por las calles sonriendo, mirando al alba.
- ¡Mira, que bello está el día! - Afirmabas. - ¡Podemos estar aquí para siempre!
En ese instante supe que me habías ruborizado. Mis manos comenzaban a empaparse y mis piernas no respondían.
En las noches posteriores, no dejaba de ver la foto adquirida en el callejón del beso.
Exhalo…
¡Nos prometimos algo querida! Pero te he fallado.
Estás aquí; te veo tan linda como en aquellos ayeres. Me miras. Buscas algo que está en el bosque de mi mente. Lo haces desde el balcón. ¡Si supieras qué dicha el haberte querido!
Tu risa ha cambiado. Igual la mía. Miras ahora el suelo y cuentas los pasos hacia mí. ¡Luces espléndida! Me enamoré de ti en invierno, pero dejé de quererte en primavera. Ahora te paralizas. No me dices nada. Soy yo quien en este momento camina a tus brazos.
- Ambos sabemos que es otoño - No dices más.
¿Qué puede estar pensando? ¿Por qué me mira así? Es lo único que puedo descifrar en la tráquea que traga palabras necias nunca ejecutadas.
Dejé de quererte, eso no sale de mi entendimiento. No obstante, ahora te amo. De manera profunda, sin igual. Con miedos, alejado del nervio. Con toda el alma.
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