No soy bueno, ni malo. Soy abstracto, incluso dentro del propio arte, veo mi rostro enfrente del espejo deformarse, me busco heridas manchadas y sangradas, pero no encuentro más que una mentira muy bien contada. Me extraña la solidaridad de mi propia parte, me hacen anatemas incluso fuera de mi propia religión, me felicitan por tener un don, pero ese mismo fue el que me condenó, me amarró a miles de pensamientos profundos, un sinfín de pensamientos finitos, innumerables castigos de salvación.
Tampoco soy el hijo de quien dicen ser, no llevo su apellido mucho menos su expresión, me vuelvo loco si no tomo algo por las mañanas. El café me oscurece los días pero ilumina mis noches, tropiezo con el borde más pequeño y salto hasta el más complejo; no soy aspirante, soy seleccionado que ha dejado de importarle el buen venir y el provenir, prohíbo la prohibición y defiendo al acusado mayor.
Soy complejo aunque a veces me siento completo, no confeso ningún santo aunque tampoco me los creo, me sonrojo si me equivoco, pero me gusta hacerlo para así seguir aprendiendo. Me estremece la oscuridad aunque a veces cuando estoy triste me da felicidad.
Soy un ser contradictorio que le gusta la facilidad, me acompleja ser quien soy y nunca estaré conforme con mi propio yo. Lloro de la nada y me río por todo, me moriría por vivir y correría por descansar.
No sé quién soy ni de dónde vengo, pero quiero llegar a donde deseo.
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