El recuerdo

Cultura20 de junio de 2023 ALEJANDRO PARRAL PARRAL

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Me desperté asustado, no sabía distinguir entre una persona real y alguna alucinación. En la cama de a un lado solo veía una larga lista de defectos y montones de fármacos y químicos juntos, al parecer estos químicos firmaban la silueta de una persona. Tenía dos rostros, uno de ellos sollozaba mientras el otro reía a carcajadas, era una dualidad terriblemente fea.

Decidí levantarme e irme de ahí para poder discernir lo que había pasado y saber qué era lo que estaba sucediendo. Me dirigí hacia una sala de estar con una mesa fría y vacía de sentido, traté de reacomodar mis pensamientos, no pasaron ni cinco minutos cuando escuché a alguien gritando insaciablemente, ordenaba y llamaba a todos. Bajo su merced tenía un rostro sin cara, su cuerpo era frágil aunque rodeado de una armadura de acero, tenía miles de heridas a lo largo de todo su cuerpo, era lo único visible bajo esa fuerte y sellada armadura. 

Traté de huir de ese lugar, salí por una larga y oscura puerta en la cual no se lograba percibir qué se encontraba del otro lado, así que con miedo, pero sin ninguna otra solución, decidí pasar por esa puerta. Para mi sorpresa había un largo pasillo saliendo de la puerta, me encontraba confundido pues había sentido una sensación de desorientación pasando la puerta. Cuando regresé mi mirada hacia atrás ya no estaba la puerta, solo una pared larga que no parecía tener fin, llena de animales pintados sobre ella, traté de salir de ahí, pero parecía no tener fin, era un largo y frío pasillo.

Al final pensé haber encontrado una puerta, pero solo era un espejo en el que veía detrás de mí una figura de una persona con un montón de alimentos, devoraba uno tras otro, mientras los comía iba aumentando su tamaño y se acercaba cada vez más a mí. No podía moverme, estaba totalmente paralizado, solo observaba por el espejo cómo la criatura cada vez me generaba más terror, ahora no solo se veía desagradable, sino que también lloraba mientras comía, parecía que se lamentaba de hacerlo, pero no podía parar de hacerlo.

Me envalentoné y giré rápidamente hacia atrás con la esperanza de que no estuviera ahí y solo fuera una alucinación más de las que había tenido anteriormente y afortunadamente así fue. Cuando giré la cabeza ya no estaba, solo había pequeños restos de migajas por todo el suelo, así que tenía mis sospechas de que no había sido una alucinación, más sin embargo algo no estaba bien. Cuando decidí voltear al espejo nuevamente lo observé y noté que tenía escrito en su marco tres palabras, una seguida de otra, las palabras eran: miedo, verdad y aceptación. En el momento que las terminé de leer me desmayé. Y desperté en una cama rodeada de gente con siluetas blancas y largas batas, al parecer eran doctores, trataban de hacerme algo, escuchaba que murmullaban entre ellos:

-Doctor 1- Creo que logramos manejar los estímulos de su lóbulo temporal, parece tener alucinaciones con recuerdos de su pasado-

Solo los escuchaba y temía más y más por mi vida pues no recordaba cómo había llegado hasta ahí, solo sentía las largas y frías pinzas en mi frente, parecían largos brazos de hielo tratando de abrirme la cabeza, escuché que uno de los doctores entró en pánico y regañó a los demás.

 

-Doctor 2- La anestesia se ha pasado, les advertí que usaran más, rápido, suministren más cantidad para que permanezca dormido, después el psiquiatra se encargará de él-

Escuché esas últimas palabras y sentí una sensación de pesadez en mis ojos, volví a dormir y unos instantes después desperté de nuevo en una camilla, en una habitación con cuadros de menciones académicas y diplomados, palpé mi cabeza pues sentía algo extraño, cuando la sentí descubrí una venda, traté de quitármela, pero una mano con un reloj costoso me detuvo.

-Psiquiatra- Yo no te recomendaría que hicieras eso, tuviste que ser intervenido de urgencia pues te convulsionabas. Me presento, soy el psiquiatra Rafael, estaré contigo durante varios días, evaluando tu situación y viendo qué tan estable te encuentras para ver si te puedo dar de alta.

Yo no contesté nada ante su presentación, solo solté mi venda y alejé su mano de mí, lo miraba displicente mientras él tomaba notas en una libreta con salpicaduras de café.

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