IV. El inquilino

Cultura 15 de mayo de 2023 RICARDO ALBERTO PÉREZ GONZÁLEZ

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Le he observado durante algunos meses.

Ese inquilino particularmente tímido, parece no hacer ninguna clase de ruido. ¿De dónde vendrá?

Lo único que se de él es que se ha alojado en mi morada. Le he aceptado sin cláusula alguna con la promesa muda de no perturbar la paz que tanto me ha costado construir. Si bien, hasta ahora ha cumplido a la perfección con dicho pedimento, en reiteradas ocasiones los vecinos me han hecho saber su desconcierto.

- ¿Cómo es posible que le deje hospedarse en su morada?, ¿tiene referencias?, ¿familiares?, ¿conocidos? ¿Dónde está su historial?

Les sorprende aún más mi estado de tranquilidad, todo el tiempo mi respuesta es:

- ¡Confío en él, considero que es incapaz de lastimar a alguien, además, no me da problema alguno-.

Estos tres días que he tenido la gloriosa oportunidad de verle de más cerca, me ha sorprendido su tranquilidad, casi no sale, se asoma; me ve y parece saludarme, quizás lo imagino pero creo que así es...

Hasta el día de ayer, todo en apariencia lucía tranquilo, no fue sino hoy por la mañana que recibí una carta petitoria, era del consejo vecinal, donde se me exigía que elaborara un contrato donde le demandara a mi inquilino que en caso de lastimar a alguien se le condenara a muerte.

Solté una carcajada pensando en que se trataba de una broma algo infantil, así que decidí incinerarla.

A la mañana siguiente, una representante vecinal tocó a mi puerta que con gusto abrí...

- ¡Buenas tardes vecino!

- Buenas, vecina, ¿en qué puedo ayudarle?- contesté de manera tranquila.

- Pues... verá. Usted recibió una carta hace algunos días.

- Si, una petitoria, bonita broma, ¿no?

- No es una broma -contestó-. De inmediato cambió sus facciones por unas agresivas...

- ¡Escúcheme bien! - exclamó con una rabia visceral la vecina. -Ese inquilino es peligroso, deshágase de él o nos veremos obligados...

- ¿A qué? - exclamé con tono imperativo y retador.

- ¡A matarle! – contestó.

- ¿Cómo dice? - pregunté con sorpresa aun pensando que se trataba de una broma.

-¿Qué no entiende del peligro que significa ese inquilino?¿No sabe usted de las consecuencias que ese huésped suyo puede ocasionar?

Fue demasiado para mí, le cerré a la puerta y continué con mi día.

Cómo era de costumbre, salí de viaje por la mañana; por motivos de trabajo tardé dos días en regresar a mi hogar. Cuando volví no había rastro de mi inquilino. Le llamé pero no estaba por ningún sitio. Salí a la calle, varios vecinos estaban aglomerados en la esquina, solo me miraban, asomaban la mano para saludarme.

Han pasado como meses, sigo sin saber que le ocurrió a mi inquilino.

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