Cuento / 1a. parte
Pan, circo y… cultura III
El arte profesional, ausente de las políticas culturales del Estado
Cultura15 de mayo de 2023 MIGUEL ÁNGEL BURCIAGA DÍAZSi yo me enfermo y voy a un hospital público tengo la confianza de que seré atendido por algún profesional de la salud, ya sean médicos o enfermeros, incluso si resulta que tengo algo muy serio me derivarán con un especialista relacionado con mi problema. No quiero entrar en detalles de eficiencia, infraestructura, etc., lo que sí aclaro, es que si me enterara que fui atendido por alguien que no tiene siquiera estudios relacionados con la medicina, habría un serio problema institucional y no tengo idea de cuantas leyes se estén infringiendo. A lo que voy con esto, es que en las instituciones públicas, sean hospitales, escuelas u obras asignadas como puentes, carreteras, etc., esperamos que los que estén a cargo sean profesionales del área en cuestión. Más allá de casos de corrupción, tráfico de influencias y demás, digamos que en el sistema está establecido cómo deben ser los concursos y procedimientos para elegir a los profesionistas más capaces que estarán a cargo de determinado rubro.
Por ello tenemos un sistema educativo lleno de maestros o un sistema de salud copioso en médicos y esto es tan obvio a nuestros ojos que ni siquiera gastaríamos esfuerzo en expresar que así es. Sin embargo, el área de la cultura la atención y difusión de artistas profesionales no es una prioridad.
Desde hace varias décadas las artes se han incorporado profundamente a los sistemas universitarios de todo el mundo, ofreciendo grados profesionales desde licenciaturas hasta doctorados, además de brindar miles de opciones de perfeccionamiento, capacitación, especialización y actualización a través de seminarios, diplomados, talleres, conferencias, clases magistrales, etc., igual que cualquier otra disciplina académica. Es cierto que hasta hace unos 30 años estás opciones no existían a fondo en nuestro país, ni qué decir del caso de Durango, pero sin embargo entonces muchos artistas de diversas disciplinas buscaban los medios para prepararse de un modo profesional, ya sea buscando maestros destacados, cursos o cuando era posible incluso yéndose al extranjero.
Para fortuna de nuestro estado, la comunidad artística actual cuenta con una gran cantidad de profesionales en todas las artes los cuales tenemos varios años profundizando en nuestras expresiones para llevarle a nuestra comunidad productos de mejor calidad y fomentar mejores vías de desarrollo para futuras generaciones de artistas. De hecho, nuestro estado al menos puede ofrecer grados profesionales en algunas artes como es el caso de la música y las artes plásticas.
Lo que hasta hace no mucho eran emprendimientos aislados de algunos artistas, hoy en día se ha convertido en una labor colectiva de muchos agentes culturales por cambiarle el rostro cultural a nuestro estado y volverlo más atractivo y competitivo artísticamente en comparación con otras entidades.
Aún así, es común que, para las gestiones de cultura, el arte profesional está en segundo o tercer término de sus prioridades. Por ejemplo, en materia de festivales se han priorizado productos masivos, como lo mencioné en el artículo anterior, lo cual implica guardar recurso anual para tener con qué pagar estos proyectos. Por otra parte, siempre existe un gran énfasis por impulsar las expresiones artísticas populares, las cuales, desde la visión de los directivos, no requieren estudios tan formales para llevarse a cabo y una vez más defienden esta postura desde la mal entendida inclusión cultural.
Pero naturalmente aquí existen varios errores de concepto, en principio, que un arte sea popular no quiere decir que los agentes que la expresan no puedan estudiar o capacitarse para poder realizarla mejor, de hecho, hoy en día en nuestro país existen carreras profesionales para formar músicos especializados en expresiones populares o artesanos, en el caso de las artes plásticas, por lo que ya por sí mismo no es un argumento muy sólido.
Posteriormente se ha pensado que el artista profesional solo estudia cuestiones relacionados con los conceptos técnicos de la disciplina, cuando en realidad gran parte de su formación se enfoca a conocer y entender cómo es que sus productos culturales impactan en una comunidad, así como esto se ha manifestado en distintos contextos históricos y geográficos. Mentiría si dijera cuáles son las razones por las que desde las gestiones culturales se piensa que entre más estudia un artista más se aleja de la sociedad y de lo que la “sociedad quiere”, otra frase común, sin embargo, ese siempre es el argumento principal, junto con el de que somos muy caros, lo cual también es absurdo sabiendo que le pagan dos millones a un grupo de cumbia que sale en la tele, cuando pagar a una orquesta sinfónica local de 80 músicos cuesta menos de 1 millón.
Entonces ¿Para qué querría estudiar tanto un artista?, desde esta corta visión parece absurdo siquiera que un músico sepa el nombre de las notas en el pentagrama, pero la respuesta es la más simple de todas, se estudia para ser mejor, es decir, ofrecer un mejor producto, tener una mejor oferta en lo que se propone, estar actualizado con lo que se produce y desarrolla en diversos contextos culturales, conocer mejor a nuestra audiencia, entender los caminos para acercarlos más fácilmente a productos de mayor calidad y por qué no, de mayor complejidad emocional e intelectual. Si nuestro estudio se enfoca a lograr mejores resultados, llegar a más gente y ser más efectivos en nuestra comunicación con la sociedad, no entiendo por qué no somos prioridad en las políticas culturales. Es como si tuviera un serio problema de circulación y me mandaran a tratar con el trabajador social de un hospital en vez de un cardiólogo, habiendo cardiólogos disponibles.
Los artistas profesionales nos hemos malacostumbrado a hacer oídos sordos de las administraciones, que por suerte son temporales, para seguir desarrollando nuestro arte en beneficio de la sociedad, pero sin embargo existe un rubro del gobierno dedicado a la cultura y es natural que se ponga a trabajar de un modo eficiente, porque es un derecho de todos los ciudadanos. Termino con lo siguiente: una programación artística siempre sería más eficiente si incluyera artistas profesionales tanto en su agenda como en la planeación, se optimizarían recursos, se lograrían resultados eficientes, no maquillados, habría mucha más calidad y además la diversidad e inclusión que tanto defienden sería evidente.
En fin, el siguiente artículo trataremos sobre los temas de omisión de nuestro patrimonio cultural, lo cual es otra de las grandes fallas de las políticas culturales de nuestro estado.
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