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Ha abandonado la prisión de máxima seguridad de Belmarsh
Ya es tiempo de que el fanatismo fascista sea desenmascarado
Internacional 15 de enero de 2023 Daniel Antonio Lara PalaciosEra previsible un intento de derrocar a Luis Inacio ‘Lula’ da Silva, ganador de las elecciones por la presidencia de Brasil en octubre de 2022 y que tomó posesión del cargo apenas entrando el 2023. Una turba de iracundos simpatizantes de Jair Bolsonaro -el ultraderechista expresidente derrotado democráticamente-, se reunió para tomar violentamente las sedes de los tres poderes de la Unión en el país sudamericano. No es casualidad que no haya querido participar en la entrega del gobierno brasileño y darle la banda presidencial a su sucesor.
Claro está que a Bolsonaro no le interesa su pueblo, le interesa el poder, no le importa si hay muerte y destrucción con tal de recuperarlo, clara señal de esto es que el golpe de Estado que se buscó perpetrar a unos días de la asunción de Lula, el fascista se encuentra lejos, en la Florida, Estados Unidos, desde donde se intuye, se planeó el movimiento con la ayuda de un sector del Partido Republicano cercano a Donald Trump.
El injerencismo norteamericano en los países de América Latina llega a niveles infames, el sufrimiento de millones para que las grandes corporaciones gringas puedan facturar más dólares apropiándose de los recursos de los países al sur de su frontera. No es casualidad que se trate de un acontecimiento de similares características a la toma del Capitolio por parte de seguidores de Donald Trump en 2021, que al igual que Bolsonaro denunció fraude electoral en una elección cerrada.
Los fantasmas del fascismo se asoman por Latinoamérica tratando de aplastar por la fuerza de la violencia a gobiernos de corte izquierdista legítimamente electos, los intereses del gran capital tienen gusto por líderes de ultraderecha que abogan por las grandes compañías en detrimento de los más necesitados.
Lula logró vencer, a pesar de una campaña mediática de noticias falsas similar a la que vive Andrés Manuel López Obrador en México, en un hecho histórico que le garantizó el regreso a la presidencia para dar una nueva esperanza al pueblo brasileño; la “amenaza comunista” fue una vez más el argumento del bolsonarismo, que no funcionó electoramente pero sí logró engañar a sectores vulnerables a las mentiras que se difundieron por las redes sociales y grupos de WhatsApp, muchas personas mayores engañadas fueron las que se dieron cita en la intentona derechista de derrocar al presidente.
Se viven tiempos interesantes, ya que a la par de que los gobiernos progresistas salieron a condenar el golpe, también lo hicieron los gobiernos de Estados Unidos y Canadá que, si bien tienen intereses, saben que el fascismo trumpista no le conviene a nadie en el continente; AMLO condenó también el ataque a las instituciones brasileñas y dio su respaldo al mandatario brasileño.
Ya va siendo tiempo de que el fanatismo de la ultraderecha sea desenmascarado, la condena al fascismo debe ser enérgica y también debe acompañarse de acciones que pongan un alto a la intolerancia del pensamiento conservador que tanto daño le ha hecho a nuestros países, es tiempo de que la democracia sea la que dicte el destino de nuestros pueblos.
Gobiernos de las mayorías es lo que el mundo necesita, en lugar de autocracias rancias y entreguistas.
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