¿Por qué la derecha odia el cambio?

La evidente carencia de racionalidad en una oposición que sólo sabe odiar

Opinión 23 de noviembre de 2022 Patricia Barba Ávila

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Hasta donde sé, no existe una definición exacta sobre el concepto de izquierda. Hay quienes afirman que el término proviene de la época de Luis XVI y la Asamblea Constituyente en Francia cuando en aquél histórico 28 de agosto de 1789 se debatía cuánto poder debía tener el rey. Y fue la ubicación de las dos facciones principales, los leales a la corona y los que deseaban su fin, la que definió lo que se conoce como “la izquierda” y “la derecha”, ya que a la derecha del monarca se sentaron los partidarios de que conservara su poder y su facultad absoluta de veto sobre cualquier ley, mientras que los que buscaban un cambio radical de régimen a favor de los derechos del hombre y una considerable reducción del poder monárquico, se sentaron a la izquierda 

Más allá de este dato histórico y sin caer en maniqueísmos ni entelequias, lo cierto es que la historia da cuenta de personajes identificados con la izquierda que han liderado movimientos y revoluciones que han buscado justicia y respeto por los derechos humanos. Por otra parte, se pueden advertir varios grados o niveles dentro de esta ideología. Es decir, hay quienes se autodenominan como de “centro-izquierda” o de ”izquierda moderada” (lo que sea que esto signifique); hay otros que se consideran de izquierda pero cuyas acciones no son congruentes con esos principios; también hay quienes se colocan a la extrema izquierda y de tan “extrema” llegan a coincidir con las posiciones de extrema derecha y, finalmente, tenemos a los pocos que desde su más íntimo sentir luchan toda la vida en armonía con sus principios e ideales y con absoluta convicción de que todos los seres humanos, sin distinción, nacen con los mismos derechos intrínsecos (el derecho natural) y éstos deben ser reconocidos y respetados. A éstos que, desafortunadamente no son los más, los llamó Bertolt Brecht “los imprescindibles”. 

Creo que no se ha analizado lo suficiente la raíz biológica de las inclinaciones políticas, es decir, diferencias estructurales en el cerebro de liberales y conservadores. Y en combinación con el factor biológico, hay estudios sociológicos que demuestran que en las preferencias hacia el conservadurismo o el liberalismo (la derecha o la izquierda) intervienen elementos como el entorno, es decir, lo que escuchamos y aprendemos desde la infancia de parte de los adultos que nos rodean desde que nacemos. En este tenor, hace poco leí un interesante estudio sobre la raíz biológica del conservadurismo y el liberalismo que revela que existe una diferencia estructural en el cerebro de los conservadores que consiste en el mayor tamaño de la amígdala, el órgano responsable de emociones como el miedo (“Do conservatives have a bigger amygdala?” *

Dicha investigación tiene sentido si analizamos las reacciones derivadas de gente dominada por el miedo. Tomemos como ejemplo las respuestas represivas por parte de élites privilegiadas temerosas de perder sus canonjías, contra aquellos que las amenazan. En este sentido, es importante hacer notar que si sólo el entorno influyera en las inclinaciones político-ideológicas, absolutamente todos los miembros de élites privilegiadas compartirían esta postura. Sin embargo, la afirmación de que las diferencias en tamaño de la amígdala en el cerebro de liberales y conservadores (izquierda y derecha) también influyen en las inclinaciones ideológicas queda reforzada si tomamos en cuenta casos de personajes pertenecientes a familias conservadoras de clase alta quienes pese a haber crecido rodeados de comodidades se identificaron con la izquierda y actuaron en consecuencia. Algunos de los más conspicuos fueron Carlos Marx, miembro de una familia judía alemana de clase media alta; Federico Engels, hijo de padres conservadores dueños de fábricas textiles en Manchester; Fidel Castro, cuyos padres poseían una hacienda en la provincia de Holguín, Cuba. Todos ellos no sólo cuestionaron las visibles inequidades e injusticias derivadas del capitalismo, sino que dedicaron su vida a luchar por cambios sustanciales en el régimen de explotación del cual sus familias se beneficiaban. 

El extremo empobrecimiento generador de violencia es, además, aprovechado por las élites como pretexto para reprimir movimientos insurgentes y así garantizar la conservación del statu quo de privilegios para los pocos. Nociones absurdas como la superioridad de unos sobre los otros, la creencia de que la pobreza es un castigo a todos los que no se esfuerzan, la convicción de que sólo los empresarios son capaces de generar riqueza y que se les debe dejar libres para aplicar las políticas laborales que más les convenga, son las que han sido combatidas por aquellos cuyos valores de solidaridad y justicia los impulsa a buscar un cambio que solucione las calamidades provocadas por la desigualdad, pues saben que un igualamiento de las condiciones socioeconómicas garantizará no sólo paz social sino la conservación del medio ambiente y la perpetuación de nuestra y otras especies, en suma, de la vida en el planeta.

En conclusión, la comprensión del origen del pensamiento conservador (de derecha) y el liberal (de izquierda) es fundamental para generar políticas sociales y educativas que al tiempo que van eliminando inequidades e injusticias, también ayuden a entender aunque sin fomentar actitudes y decisiones perjudiciales para las grandes mayorás. Es decir, si bien es cierto que todos tienen el derecho de expresar sus opiniones, eso no implica que haya que adoptarlas como políticas públicas. 

 

La paz y la tranquilidad son frutos de la justicia. 

Andrés Manuel López Obrador

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*El volumen de materia gris o neuronas que constituyen la corteza cingulada anterior que es la que ayuda a detectar errores y resolver conflictos, tiende a ser mayor en los liberales, mientras que la amígdala, encargada de regular las emociones y evaluar las amenazas, es mayor en los conservadores.

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