Cuba no es como la pintan: Juventud sin exclusión

“¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas? o, ¿Nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos los jóvenes con talentos y habilidades, independiente de su origen y capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?”. Camila Vallejo

Internacional 27 de febrero de 2023 Dra. Celeste Sánchez Romero

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Cada que me recuerdo en La Habana, en mi memoria voy caminando, y casi siempre de noche por la Avenida de Los Presidentes o calle G, donde –como dicen algunas personas- se juntan los “frikis”, así llamados los jóvenes que aquí identificaríamos como “alternativos”, o incluso de algunas tribus urbanas (como ej. rockeros, emos, hippies, reparteros o reguetoneros, mikis o fresas…) pero sin llegar a tener una apariencia extravagante, más bien definidos por su consumo cultural. Obviamente, hay quienes se escapan de toda etiqueta y también forman parte de ese resplandor de la noche habanera.

Los grupos de jóvenes se reúnen en las amplias e iluminadas alamedas a caminar en busca de nuevas amistades o hasta una conquista, a tocar algo de trova, leer o simplemente platicar. La gente dice que les amanece, la inseguridad no es tema de preocupación, se puede caminar de noche o madrugada –como en Durango sucedía hace ya varios años- sin miedo alguno.   

Tanto en la calle G o en cualquier otra, sea de día o de noche, mientras los jóvenes no lleven alguna prisa, tienen una buena disposición para platicar.

Me dio mucha alegría darme cuenta que los jóvenes de Cuba no suelen ser “ninis” y de que no tienen idea de lo que es quedarse sin estudiar por falta de espacios en las universidades o por no poder pagar cuotas  o materiales; pero aún más alegría me dio darme cuenta que se preparan

por una vocación de servicio o pasión por su profesión inherentes. Es notorio que hay abundantes médicos jóvenes y estudiantes de medicina, pude platicar con uno de ellos en un taxi y me comentaba que un médico en Cuba no lo es para hacer negocio con la salud y que aun así él pensaba especializarse en cirugía, orgulloso recalcaba que para los cubanos es gratis la especialidad o los posgrados, pero que a los extranjeros sí se les cobra.

Además de las carreras universitarias más comunes para nosotros, encontré que muchos jóvenes se dedican al arte profesional (música, literatura, actuación, plásticas, etc.) como forma de realización personal y sustento económico. También los considero afortunados por esa posibilidad de hacer lo que se ama y que sea valorado como un trabajo meritorio remunerado y no como un hobbie poco “productivo” o de mero entretenimiento, como suele suceder en México.

Lo que narro parecen detalles sin importancia capital, sin embargo, son gran parte de la fórmula para la paz social, aunado a los marcadores de altos nivel de vida y desarrollo humano que he venido mencionando en los artículos anteriores. Es decir, si una sociedad tiene cubiertas sus necesidades básicas –alimentación, salud y vivienda-, aunado a la igualdad de oportunidades de desarrollarse  profesionalmente en lo académico, deportivo y/o artístico, más un espacio dónde emplear lo que se sabe, propicia un ambiente de tranquilidad generalizado, porque se está viviendo y no sobreviviendo.

En México, este año, según el Movimiento de Aspirantes Excluidos de le Educación Superior (MAES), hay un total de 160,000 jóvenes que no alcanzaron un lugar en el concurso de ingreso sólo a la UNAM, UAM e IPN, la cifra anterior parece exagerada para las tres universidades, sin embargo se vuelve creíble cuando la Secretaría de Educación Pública (SEP) acepta que la cobertura del sistema de educación superior en México es del 33% y aun así lo quieren resolver con paliativos como sucedió el pasado mes de agosto ante la inconformidad de los integrantes del MAES con la apertura de 50 mil nuevos lugares. Nadie apuesta a construir más universidades y obligan a los aspirantes -culpabilizados de “no pasar el examen”- a buscar opciones de subsistencia y desarrollo, que en algunos casos puede resultar desastrosas.

Me atrevo a hacer una suposición con un tema sensible: los más de 70 mil muertos –sin contar los desaparecidos- en México durante este sexenio, en el marco de la “guerra” contra el crimen organizado. Es bien sabido que muchas –sino la mayoría- de las víctimas mortales involucradas en el crimen eran jóvenes.

¿Qué hubiera sido del destino de esos miles de jóvenes que seguramente forman parte del 67% que no tiene un espacio en la universidad,  de los profesionistas desempleados o explotados, si hubieran tenido igualdad de oportunidades como en Cuba?

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