¡Fuera la corrupción del Poder Judicial!

Para iniciar este tema tan complicado, lanzaré algunas cuestiones simples:

¿Cómo calificar la soberbia y la estafa de los jueces, en contra de los que no pueden comprar la justicia?

En ese caso expreso mi consternación. Pero, ¿Cómo es posible que uno de los más graves problemas de la justicia sea legitimado por los farsantes del derecho y solapado por la Suprema Corte de Justicia?

¡Pues no sé nada! Pero escucho algo, cuando abordo los camiones que pasan por el CERESO y donde al troche moche se expresan las madres o esposas que acuden a dicho reclusorio, a visitar a algún familiar interno, donde aseguran que son víctimas de un castigo, por delitos que no cometieron. De ahí que se note una gran brecha entre los delincuentes que compran la justicia y los inocentes que tienen que sustituirlos, por carecer de dinero y pese a eso, todavía pasen a ser los proveedores de los grandes negocios que mueven ahí los cárteles de los poderes fácticos y oficiales.

Para no saber nada ni estar informado, me asombra la interpretación ramplona y simple de quienes sin prejuicios la ventilan. De ahí otra cuestión: ¿Cómo calificar la actuación de los jueces venales, cuando exoneran por dinero a los delincuentes y refunden a inocentes, que, por carecer de suelo y cielo, los condenan a la cueva del infierno?

El contexto de corrupción de este tema es amplísimo y por eso me asombra el cinismo de los cuerpos judiciales, al asaltar los foros para intentar convertir el basurero de la justicia en panacea de la razón. Y, aprovechando así el papel de desperdicio, pretendan ir más allá: descalificar y despreciar al pueblo que hoy más que nunca se ha empoderado en las urnas y desde éstas les dijo: ¡Fuera la corrupción del Poder Judicial! 

Desde entonces su talante clasista no para en las acusaciones abiertas y las conjeturas bajas, aumentadas por el delirante odio que el pueblo les inspira y ahora les espanta, induciéndolos a que exhiban su desesperación, donde lucen su irresponsabilidad y sus mentiras, que se caracterizan por manipular la información, para crear confusión, estruendo y disimular sus escandalosos privilegios y enormes vicios de corrupción.

Ante ese escenario no es difícil poner en tela de juicio la rapacidad intelectual de los ministros, ni su poder de perversidad, ni la firmeza de su carácter elitista, ni su cobardía cívica y ética, cuando se doblan ante la tentación del poderoso caballero. En verdad estamos ante un Poder Judicial, dotado para cualquier empresa que don dinero les proponga; estamos frente a un poder antipatriota por los cuatro costados, donde las treinta monedas evitan la penetración de cualquier lanza de la razón.

Y no hay duda cuando un sólo ejemplo de la evasión de impuestos, es un oprobio en el rosario de los oprobios de Salinas Pliego, que a pesar de todo lo resguardan como víctima de la persecución tributaria y le permiten que porte la patente de la intocabilidad.

Como lo hacen también con los grandes capos del crimen organizado, sin excepción de los delincuentes de cuello blanco, donde la complicidad es deliberada y consentida, porque en los hechos ya no hay cabida a la sospecha. De ahí que, les duela todo el horror que se ventila en los foros, cuando se tocan las fechorías de los jueces y ministros, amparados en el remedo de la legalidad; así como el escandaloso despilfarro que sustenta sus privilegios. Por eso, no debemos escatimar ningún esfuerzo, para gritarle a esta caterva de ladrones: ¡FUERA!