De un “impoluto” a un ave cuyas plumas son inmanchables

Local30 de enero de 2024 Jesús Marín

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En el periodismo se aplican dos dichos: “Quien tenga la lengua larga, debe tener la cola cortísima”, para sostener lo que se escribe. Y poseer la calidad moral y ética para escribirlo. El otro dicho, “al que le quede el saco se lo ponga”. 
Así de simple, si usted o aquel, o el vecino, han recibido chayote, sobre amarillo, ayuda, compensación, porcentaje de cualquier gobierno, dependencia, funcionario, por ejercer y escribir su oficio de periodista, más allá de su sueldo como periodista y escribe en base a esa “ayuda”, es sin duda, chayotero. Pónganse sin vergüenzas ni complejos, el saco. Aquel que esté libre de culpa que lance la primera piedra.
Don Marino Montoya, quien replica mi artículo sobre el periodismo chayotero en Durango, rasgándose las vestiduras, clama que él ha sido despedido de no sé -y no me importa- qué medios de comunicación.
Y presentar una lista de los logros profesionales y de estudios de sus hijos, que no sé cuántas ingenierías, no sé cuántos idiomas hablan. ¿Y eso qué tiene que ver con el oficio de periodista? ¿Y eso qué tiene que ver con el chayote? ¿Ser buen padre es sinónimo de ser buen periodista? Lo felicito, eso demuestra sin duda que es un gran padre de familia.
Luego Don Marino me llama Jesús Marín “el impoluto”. Suena chido, hasta medio perversón. Le agradezco su tiempo en Wikipedia para hallar el término.
En cuanto a mi oficio y profesión como escritor y periodista -que ya lleva casi treinta años-, me declaro ser un puro e impoluto.
No tengo cola que me pisen, nunca he recibido chayote, sobre amarillo. Si usted me sabe algo, denúncieme. No sé si usted pueda decir lo mismo. Y no me importa.
Yo sostengo mi trayectoria con hechos y textos periodísticos y cada palabra, texto, la sostengo y está firmada con mi impoluto nombre.
Yo, Jesús Marín “el impoluto”, usted Marino Montoya el ave que no se mancha en los pantanos. ¿De qué clase de pantanos hablamos?
Ojalá fuera un impoluto, sin mancha de pecado, limpio como un ángel negro y mártir. Pero, no Don Marino, tengo una lista larga de pecados veniales, pecados de la carne y pecados del exceso de cahuamas.
Entre mis pecados es decir siempre la verdad, escribir mi verdad y sostenerla. De entre todos estos pecados, no tengo el de haber recibido nunca un chayote ni un dinero que no me haya ganado honradamente. Nadie me lo puede gritar a la cara. No soy un corrupto ni un prostituto de la palabra.
A las pruebas fiscales y hacendarias. Una auditoría entre lo ganado y lo gastado, nos vendría muy bien a todos los periodistas. Ver si tus bienes terrenales y bancarios, los has logrado con tu sueldo de periodista. Así de simple. Tu ingreso contra tu egreso.
Nunca he recibido ninguna clase de chayote, ningún pago en dineros o especies, para escribir a favor o contra de gobierno cualesquiera. 
A mí, con toda libertad me pueden hacer una auditoría de los dineros que he recibido en mi vida profesional desde 1994 que empecé en La Voz de Durango hasta la fecha de hoy, que escribo para Espacio Libre y no hallarán ningún pago extraño, ningún dinero, de gobierno ni privado.
A las pruebas señor Marino, cuyo plumaje ningún pantano ha logrado manchar. Lo felicito por el detergerte que use. En periodismo, crítica, caricatura política, soy todo un impoluto, a sus plumíferas órdenes.
La Constitución garantiza el derecho de expresión, me dice Marino: “Antes de escribir lee el Artículo Sexto de la Constitución donde se establece que “el Estado debe garantizar el derecho a la información” y qué bueno, y más en este sexenio ese derecho ha sido usado y abusado.
La Constitución nunca dice que debe garantizar el pago en dineros o especie de quienes ejercen su derecho a escribir o expresarse. No dice que debe garantizar recibir apoyos, sueldos, plazas, aguinaldos, compensaciones por ejercer el derecho a expresarse.
Los periodistas, como yo entiendo el oficio, no somos empleados ni burócratas de los poderes de la federación. Somos el cuarto poder, en libertad de expresión. Somos la voz del pueblo, los que escribimos y denunciamos el abuso, la corrupción.
Luego dices que “pero es más fácil llamar a la prensa chayotera, este sujeto (ósea yo, el impoluto) cuando ya no quería vivir (achis en qué momento te dije que no quería vivir, ¿dormíamos juntos o cómo?, cuál es tu fuente periodística).
Y sigues: “porque su conciencia no lo dejó partir en paz”, te agradezco tu análisis espiritual y moral, no te conocía esas gracias. Imagino que tienes línea directa con Dios y así sabes de mi conciencia. Dios mío, eres un hombre cuya virtud y moral está sobre los hombres. Aleluya, San Marino.
Hablo de lo que escribo y concibo, sin necesidad de recurrir a mis hijos y chantajes sentimentales. Creo que la época de Pedrito Infante, con Torito, ya pasó hace cincuenta años.
Luego de impoluto, me llamas especulador, es decir el sujeto que especula, Jesús Marín el espe-culero, si quieres llamarme culero, hazlo, de tu parte, más que un insulto sería un halago.
Dices que debería enfocarme a atender los problemas sociales como los suicidios, los feminicidios y el narcotráfico. Me encargo. Y ahí están mis textos, ¿tú puedes escribir o decir lo mismo?
No señor Marino, cuyo plumaje es impoluto, un periodista es alguien que ejercer su libertad de expresión como le guste, denuncia al poder. Sin línea editorial. Sin directriz mas que su conciencia y ética.
Un periodista denuncia los hechos y las corrupciones, no las cubre ni disfraza. Somos periodistas, no políticos, no solucionamos problemas, pero sí debemos denunciarlos, debemos escribir con la verdad, es nuestro deber ante la sociedad y la gente.
No te confundas mi ave de plumas impolutas, no somos voceros del gobierno. No somos políticos para resolver los asuntos de gobierno y las problemáticas sociales, el periodista tiene el deber de denunciar las injusticias, la prepotencia de los poderes de la nación, la corrupción del mismo.
Te dejo con la frase de Francisco Zarco, por si nunca la has leído o buscado en Wikipedia, ese periodista duranguense a quien vergonzosamente cada día de la libertad de expresión, van hipócritamente a llevarle corona de flores y leer discursitos: “No escribas como periodista lo que no puedas sostener como hombre”. Y lo que escribas, lo puedas sostener con tu ética e integridad como hombre.
En la novela “El vendedor de silencio” de Enrique Serna, la vida de Carlos Denegri, el mejor y el peor periodista de México en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. Se lee, entre líneas: un periodista gana más, por lo que calla, por lo que no pública.
Así que cada quien sabe, de qué lado uno escribe, más allá de impolutos y plumas, como las tuyas, que dices que no se te manchan, que todo se te resbala y que es derecho de la Constitución garantizar un pago por ejercer el oficio tan hermoso como el periodismo. Al que le quede el saco que se lo ponga.

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