Sociedad y Estado en América Latina del Siglo XXI: Colombia y el viraje a la izquierda

Internacional21 de marzo de 2023 JORGE LUIS JUÁREZ MARTÍNEZ

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La primera ola progresista latinoamericana de principios del Siglo XX no alcanzó a llegar a Colombia sino hasta el 2022, precisamente hundida entre las disputas de los grupos políticos, reflejando la crisis social y política en la primera mitad del Siglo XX y que para finales del mismo se agudizaba por la intervención estadounidense y el auge del narcotráfico. Revisar el caso colombiano es importante como ejemplo de superar al estado-narco y al mismo tiempo, a un sistema de gobierno aliado con los Estados Unidos sin resolver el problema de trasiego de drogas y por supuesto, alimentando la indignación social del pueblo colombiano. Veamos brevemente cómo sucedió.

 

Si bien la crisis del sistema político colombiano entre los grupos conservadores y liberales a mediados del siglo XX parecía sobrellevarse en las urnas electorales, no se pueden entender las crisis sociales, políticas y culturales en la segunda mitad de siglo a partir del Bogotazo, es decir, el asesinato del líder moral  Jorge Eliécer Gaitán Ayala y con ello evitar la llegada al poder de grupos progresistas que bajo el contexto de la Guerra Fría era impensable  dado la narrativa construida de que el comunismo se expandiera por América Latina. Incluso, como lo veremos en ensayos más tarde, la caída de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 refleja la misma ingeniería: tanto por los opositores como por el intervencionismo estadounidense. El caso colombiano nos enseña que la interrupción de los procesos de construcción democráticos da como resultados crisis sociales difíciles de reparar en el corto y mediano plazo.

 

Después del asesinato de Gaitán, las protestas se extendieron por todo el país por lo que se originó un periodo conocido como La violencia, en el que por 10 años se agudizaron las protestas casi al punto de comenzar una guerra civil y aunque no estalló como tal un conflicto nacional armado, es la génesis del protagonismo de los militares, el surgimiento de grupos guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares. Lo que podía constituirse como la Gran Colombia del sueño de Simón Bolívar en el siglo XIX, se derrumbó por romper con esa inercia democrática. 

 

Pero regresemos a la Colombia del Siglo XX. Después del Bogotazo, los grupos conservadores cedieron el poder al General Gustavo Rojas Pinilla en 1953, quien aprovecharía la oportunidad para manejar una oferta de paz a los grupos sublevados durante la violencia, la mayoría de ellos grupos guerrilleros afines al socialismo, pero sólo fue una treta para asesinarlos. Ello obligó a un acuerdo entre liberales y conservadores y que tras el plebiscito de 1957 se conformó el Frente Nacional donde el ejercicio democrático se recupera a través de los partidos políticos zanjando así la disputa de más de un siglo entre los grupos tradicionales decimonónicos bipartidista.

 

Sin embargo, el rompimiento social se había dado y surgieron las guerrillas comunistas con fuerza en la coyuntura del momento: los años sesenta. En 1964 emergieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo y un año después, el Ejército Popular de Liberación en 1967. Para los setentas surgió La Guerrilla Nacionalista y en los ochentas el Movimiento 19 de Abril (19M) y el Movimiento Armado Quintín Lame. La importancia de todos estos grupos viene a partir de la enorme desigualdad en el país. Y el estigma de la protesta social persiste hasta la actualidad con el actual presidente Petro. Los estallidos sociales reflejados a través de los movimientos sociales en la segunda mitad del siglo XX indican a la par un grito desesperado por la pluralidad del ejercicio democrático colombiano.

 

Al mismo tiempo, es inevitable no hablar de las increíbles cifras de muertos también bajo el mismo periodo. Se estiman incluso, 250 mil muertos entre 1958 y 2012. Mientras que se contabilizan casi 9 millones personas de afectadas 8 millones de desplazados, ¡Con la mayor cantidad en el mundo, incluso más que los países involucrados en la Segunda Guerra Mundial! De ahí la importancia de revisar el proceso histórico, social y político de los cafetaleros.

 

Asimismo, también es imperativo hablar del apogeo narco porque marca el rumbo del sistema político-social de Colombia prácticamente desde finales de siglo hasta principios del siglo XXI. Y es que si bien los capos de la droga habían alcanzado enorme poder, no se puede entender su demanda sin el mercado voraz que crecía a la par: el estadounidense, lo que ocasionó que los carteles de Medellín y Cali alcanzaran un enorme poder social e incluso político. Bajo la consigna de perseguirlos, los Estados Unidos se inmiscuyeron en la política local bajo las complacencias de los presidentes César Gaviria (1990-1994) y Ernesto Samper (1994-1998). El nuevo contrapoder erigido por el narcotráfico respondió con bombas y matanzas, inaugurando el narcoterrorismo en la década de los noventas. 

 

Las estrategias de combate se radicalizaron y tanto los grupos delincuenciales como los estadounidenses a través de la DEA, financiaron con grupos guerrilleros tanto como las FARC y grupos paramilitares que traían rivalidad decenas de años atrás. Cada avance democrático en Colombia le costaba millares de muertos. Su maldición era buscar la justicia social en un punto clave en el cual la gente se levantaba en armas por carecer de lo más indispensable y al mismo tiempo, disponían del escenario perfecto para cocinar y exportar cocaína.

 

Una vez más las contrapartes se sentaron a negociar la paz pero dichas negociaciones no prosperaron. Incluso, ya sin tapujos, el gobierno colombiano de la mano del norteamericano implementó el Plan Colombia, entre el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) y Álvaro Uribe (2002-2010) donde de manera contradictoria el gobierno colombiano buscaba la paz plástica mientras que los norteamericanos buscaban contener al narcotráfico sin regular el tráfico de armas y mucho menos su mercado, el primer consumidor de narcóticos a nivel mundial. Los resultados no se hicieron esperar y sólo para esta etapa, murieron tres millones y medio de personas. Secuestros, narcotráfico, minería y tala ilegal eran sólo parte de los negocios con los que el gobierno colombiano no podía detener a los grupos paramilitares mezclados con el crimen organizado y unas FARC que también habían perdido legitimidad con el paso del tiempo.

 

Álvaro Uribe no sólo no traería la tan codiciada paz a Colombia, sino que facilitaría a los estadounidenses un intervencionismo voraz en la región al extenderse la primera ola progresista con Lula, Evo, Chávez y compañía. No fue sino hasta la llegada de Juan Manuel Santos que se desarrolló un proceso de paz con la guerrilla de las FARC, en La Habana, Cuba, el 2 de Octubre de 2016. No obstante, Uribe arreció críticas contra su sucesor por lo que al llevarlo a plebiscito, la respuesta fue NO por un margen pequeño sí, pero manipulado mediáticamente por el expresidente y su base electoral con un marcado discurso de odio.  Aun así, se firmaron los acuerdos definitivos para noviembre del mismo año y semanas más tarde, ya era notoria una baja en la intensidad del conflicto. 

 

Este periodo frágil de paz duraría hasta el 2018, cuando Iván Duque tomara el poder y continuara con las políticas de Uribe y sin cumplir las demandas como la restitución de tierras, desarrollo y protección de las zonas rurales así como no cumplir con la garantía de sustituir a los cultivos ilícitos con recursos legales. Incluso, volvieron a las portadas los asesinatos de líderes sociales y se generó un ambiente de desconfianza para con Duque no sólo de impunidad sino de ineficacia, sobre todo en la etapa de la pandemia de Covid-19. Tocó fondo con las Reformas Tributarias, incrementando impuestos sobre la renta y sobre los productos de primera necesidad. 

 

Dichas crisis sociales originaron la suma de los indignados y liderazgos de los movimientos sociales llevados a la realidad en el conocido Pacto histórico de donde salió erigido como candidato Gustavo Petro y que ganó la elección de 2022 con más de 11 millones de votos, siendo el presidente más votado en la historia de Colombia. Y así, entre la guerra y los muertos llegó la democracia a tierras cafetaleras. El boom progresista no llegó sino hasta con la segunda ola en la década de los veintes del presente siglo liderado por México y Brasil. La tarea no será sencilla. La reconstrucción de la Gran Colombia y el sueño de Bolívar apenas toma forma, doscientos años después de la independencia. Y sí, más allá de tanta tragedia y matanzas, sabemos que es la vida y no la muerte la que no tiene límites como bien decía el buen Gabriel García Márquez, aludiendo que jamás será tarde para recuperar el anhelo de paz del pueblo colombiano. 

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