Los Florindos

Lo más triste es ver a jóvenes defendiendo -sin argumentos- una causa negativa y motivada por el odio

Nacional27 de noviembre de 2022 Fernando Cuevas Murillo

FLORINDOS WEB

Megalomanía, según Wikipedia, es una enfermedad psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, grandeza, y por una hinchada autoestima.

Megalómano, según San Google, es quien se comporta como si tuviera una posición social y económica muy superiores a las reales. La televisión mexicana nos ha mostrado en personajes como Doña Florinda -del “Chavo del 8”-, y Doña Martha -de “Vecinos”. Ambas son personas prepotentes, presumidas, que creen pertenecer a otra clase social ajena a la de sus vecinos, quienes viven en idénticas condiciones.

Evidentemente hubieron acarreados en la pasada marcha a favor del INE. La oposición se caracteriza por haber hecho una fortuna a través de la corrupción en años pasados y no tienen problema en pagar unos camioncitos para hacer montón. Pero sería un error no reconocer que gran parte no tuvo que ser motivada con el dinero, pues encuentran su motivación en el odio. El pago de éstos fue alimentar su megalomanía sintiéndose parte de una élite que se vio afectada por el actual gobierno.

Esta élite, la cual se cuenta con los dedos, y no representa la llamada clase alta, marchó junto a Los Florindos y se dejó querer. Después de ser despreciados y vomitados por el país en general, el hecho de haber sido bien recibidos los conmovió tanto que uno publicó: “Hoy fue uno de los días más emocionantes de mi vida”.

Fox, que me mata de risa con sus balbuceos en Twitter, decía cosas como “vamos clasemedieros, llegó la hora, es el momento de una revolución”. Y como supongo, no tiene nada qué hacer en todo el día, a cada rato publicaba una reflexión patriótica, intentando “motivar” -según él- y “encender la llama de la nación” pero solo daba pena.

Algunos periodistas o simpatizantes del actual gobierno se dieron vuelo entrevistando a los marchantes y haciéndoles sacar el lado más involuntariamente cómico: no sabían por qué marchaban, no sabían de qué trataba la reforma, no sabían nada. Respondían cosas donde usaban las escasas y representativas que suelen utilizar como “Cuba”, “Venezuela”, “dictador”, “comunista”. Lo preocupante es precisamente eso, que no marcharon defendiendo una causa, la cual ni siquiera conocen.

Marcharon motivados por el odio, y lo peor, un odio injustificado; pues si bien el actual gobierno ha afectado a este pequeño grupo de corruptos a través del cobro de impuestos, y de una política que promueve la austeridad. La clase media a la cual la mayoría de los marchantes ni siquiera pertenecen, no ha sido afectada en absolutamente nada. De hecho, la clase alta tampoco. Han sido afectados los corruptos, los que hacían del Estado un negocio. Alguien se burlaba por el hecho de que Los Florindos no tenían argumentos; yo no me burlaría, me preocuparía, pues los argumentos no son necesarios para hacer una fuerza ideológica. Muchos fueron a marchar, pero ese pensamiento que hizo que aplaudieran a una mujer que llamó a Andrés Manuel “indio pata rajada” se está extendiendo en los jóvenes.

Hace poco, en mi municipio quiso entrar una empresa trasnacional. Un grupo de comerciantes locales, a los cuales reconozco y respeto, hicieron lo posible por evitar que esa tienda entrara. Esta acción fue suficiente para que muchos jóvenes del pueblo de 20, 30 años, criticaran al grupo de comerciantes locales, diciendo cosas como “el sol sale para todos”, “no quieren el progreso del municipio”, “son unos envidiosos”. En la nota donde publicaban esta noticia un joven escribió una opinión donde decía que por ese pensamiento el país se estaba convirtiendo en Venezuela. Por cierto, el joven capitalista que escribió esto, vende comida en un triciclo ambulante.

Una joven conocida escribió que proponía hacer una marcha para que dejaran entrar a la trasnacional, el colmo de los colmos, marchar para defender una empresa de la cual no te beneficias, solo por estar en contra de unos “pinches comunistas” como los describió ella, se me hacía algo estúpido e incluso imposible.

Pero la marcha de la semana pasada, me demostró que la gente puede actuar guiada por un sentimiento de megalomanía, solo por sentirse parte de un sector económico al que no pertenecen. La señora que se viralizó intentando insultar al presidente, llamándolo “campesino”, “indio de Macuspana”, “pata rajada”, “pendejo”, volvió a mostrarse en las redes para dar una disculpa pública, pero no a Andrés Manuel, sino a los campesinos, campesinas y al pueblo de Macuspana.

Lo curioso de este video, es que la señora quien -me imagino-, grabó desde su casa, se encontraba junto a una pared sin repellar, recargando sus brazos sobre una humilde mesa, y se alcanzaba ver colgando un calendario de carnicería, el cual evidentemente no era un lujo. A lo que voy, la señora no solamente no era clasemediera, sino que era pobre. Evidentemente esto, como lo dice la definición de Wikipedia, es una enfermedad psicológica, es un pensamiento que se le está fortaleciendo a un sector de la sociedad debido a que está siendo alimentado por la derecha política mexicana.

Pero ¿Por qué digo fortaleciendo y no naciendo? Porque ese sentimiento de grandeza lo traemos arrastrando desde hace siglos, con la invasión española. Incluso eso de “indio”, proviene desde el primer momento en que Colón, el primer genocida español, llegó a América, pues él estaba convencido de que aquí era la India. Y nos llamaron así desde entonces.

Pero a través de los años el racismo no solo fue motivado por la economía, sino también por la raza. Yo tenía un tío, ya viejo, que no quería que me juntara con mi primo porque ellos eran blancos, pero irónicamente ellos eran muy pobres. En Oaxaca me enamoré a los 15 de una jovencita de piel blanca, que juraba que le tenían envidia sus amigas de la escuela por su color de piel. Tal vez sí.

Cuando niño, vi cómo mi abuela, vio cómo mi primo, un desgraciado de unos seis años, le escupió la cara y maltrataba al hijo de la “sirvienta” como solían llamar a la joven que hacía limpieza. No solo no lo regañaba, sino que desquiciadamente se enorgullecía de él.

Tengo conocidos que estudian gracias al enorme sacrificio de sus padres, en escuelas privadas, y con esto desarrollan una mentalidad megalómana con la que tratan mal al mesero, al que atiende en la plaza, a todos los que ellos ven como inferiores.

Hace menos de un mes, en un antro, un amigo quiso sacar a bailar a una joven, pero ésta lo rechazó por bailar con otro tipo. Mi amigo molesto dijo: “cómo me rechaza por bailar con un pinche asalariado, se nota a leguas que es un gato”. El joven por el cual lo rechazaron no era atractivo, y estaba mal vestido comparado con los demás jóvenes que se esforzaron para salir a socializar un fin de semana. Yo no sé si sea asalariado, yo no sé nada de él, pero sus fachas bastaron para que tristemente mi amigo sacara a flote su clasismo.

A esta mentalidad que yo no quiero llamar común para no generalizar, pero sí puedo decir que no es raro verla en la sociedad, le sumamos un operativo de manipulación a través de medios de comunicación, donde personajes de la clase alta, desprecian al Presidente por naco, corriente, pueblerino, ignorante, comunista, aunque -como ya lo mencioné- desconozcan en su totalidad el significado de esta palabra.

Ahora, si este pensamiento se fortalece en una sociedad donde una persona que come tres veces al día, se define como clase media, con más fuerza se puede fortalecer en la clase media real, que no son pocos, ni son corruptos, pero tampoco se les está afectando. Es por decirlo de un modo, gente que saca adelante al país, gente que generalmente cumple con sus obligaciones fiscales, pero a la vez hay un sector de la clase media al que se le ha introducido el “aspiracionismo voraz”, de descalificar a la gente por su clase y el de crecer económicamente sin importar el afectar a alguien en el proceso.

No descalifico la marcha, me preocupa. Pero que se haya efectuado a diferencia de gobiernos anteriores sin ninguna represión y en total libertad, es la clara muestra de que vivimos en un país democrático. También sé que la aprobación general del Presidente está por lo alto, pero el Presidente se va en dos años. ¿Qué pasará después cuando hoy el partido ha descuidado la organización popular?.

Lo más triste -y con esto me despido-, fue ver a jóvenes defendiendo -sin argumentos- una causa negativa y que no les conviene.

El próximo 27 de noviembre no podemos faltar, tenemos que demostrar de qué lado está el pueblo, el pueblo real, el consciente, no Los Florindos. / ESPACIO LIBRE

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