Caso Jalife - Clouthier: censura, libertinaje y fanatismo

¿Cuál es la diferencia entre la libertad de expresión y el libertinaje?

Nacional 11 de diciembre de 2023 PATRICIA BARBA ÁVILA

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Si no creemos en el derecho a la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto. - Noam Chomsky

Para quienes los excesos verbales de un personaje como Alfredo Jalife nos parecen criticables, se pensaría que su detención por varias horas en el ministerio público sería motivo de celebración, pero ciertamente no es así. Y uno de los motivos relevantes para luchar por el respeto de este derecho es que dentro de la diversidad de puntos de vista, aseveraciones, análisis y demás aspectos de la comunicación se debe promover el debate del que se derive conclusiones lo más cercanas a la realidad posible, sin agendas ocultas distanciadas del interés popular.

 

El creciente universo de medios no convencionales que se desencadenó desde la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador debe dar pie al fomento de la tolerancia hacia lo que se difunde lo cual no significa aceptarlo sin emitir observaciones o críticas indispensables, porque existe una confusión entre lo que es el respeto hacia el derecho de expresar las ideas y el respeto hacia esas ideas. Incluso si se trata no sólo de conceptos sino de aseveraciones o señalamientos como el emitido por Jalife respecto de Tatiana Clouthier, el privar de la libertad al primero por un señalamiento en contra de la segunda, sienta un preocupante precedente que es inadmisible dentro de la 4T.

 

En este sentido, se tendría que iniciar un serio debate sobre el respeto por la libertad de expresión y el derecho a la información que también debe ser inalienable y aquí es donde estos dos derechos parecerían entrar en colisión por lo que es de gran relevancia el saber equilibrar entre el derecho a expresarse y el derecho a recibir información correcta, que es una herramienta indispensable para tomar las mejores decisiones. Ciertamente, lo que hemos venido constatando desde hace varias décadas y que se ha recrudecido durante la actual administración, es un abuso del libertinaje con el que se difunde mentiras, distorsiones y calumnias tendientes a debilitar un gobierno que ha tocado intereses muy poderosos de los que “se creían dueños de México” (López Obrador dixit). Y es aquí donde llegamos al punto neurálgico en el que sin llegar a la censura sí se piense seriamente en fomentar la ética en un ámbito tan esencial para la construcción de una sociedad auténticamente democrática y progresista como lo es el de la comunicación.

 

Otro aspecto muy vinculado al tema y de fundamental importancia es el fomento de la crítica honesta, sin intereses ocultos o divorciados del bienestar social, de los actos de gobierno, incluso si se trata de servidores públicos tan respetados y queridos como el propio AMLO o aquellos a quienes él aprecia, porque si en aras de una lealtad mal entendida la población se autocensura respecto de actos o decisiones asumidas dentro del movimiento de transformación, estaría en los hechos contraviniendo uno de los principios esenciales de la 4T y que están contenidos en el Art. 39 de nuestra Constitución para el cual la capacidad de discernir si una decisión adoptada por políticos de Morena y sus aliados se corresponde con sus lineamientos éticos o no. Y es aquí donde el papel de los medios que se dicen “alternativos” y distintos de los convencionales sometidos a intereses oligárquicos, es fundamental. Porque, repito, una cosa es difundir noticias y análisis apegados a una indiscutible honestidad política e intelectual y otra muy distinta es autocensurarse para no incomodar al creciente universo de apoyadores de la Cuarta Transformación.

 

Es claro que no vivimos en un mundo perfecto en el que se puede prescindir del pragmatismo, sin embargo, esto no nos debe conducir al abuso de decisiones pragmáticas que diluyan la definición ideológica de un movimiento transformador que no debe detenerse y por ello es fundamental ejercer la crítica tendiente a erradicar vicios y prácticas indeseables que decidimos dejar atrás aquél 1 de julio de 2018. Este es el meollo en un contexto en el que se aproxima la elección quizá más trascendental de la historia moderna pues se trata de garantizar la continuidad de la 4T o dar paso a una regresión indeseable y esto depende de tener la capacidad de poner freno a decisiones que dañan el proceso sin que esto signifique dar la espalda a quienes pueden asegurar que lo que se inició hace ya 5 años no se detenga. Lo cierto es que, hasta el momento, pese a que se dice que el partido Morena “gobierna” en 21 entidades del país, tal crecimiento no se debe a su dirigencia sino al efecto de arrastre de alguien que como AMLO reitera constantemente que el combate a la corrupción es el pilar fundamental de su gobierno. ¿Cómo entonces podemos entender que al frente del partido que él fundó esté un personaje tan cuestionable como Mario Delgado quien, además, ha sido nombrado el coordinador de la campaña de Claudia Sheinbaum? Y ni qué decir de la decisión de la propia Claudia de rodearse de impresentables y rabiosos denostadores del Presidente pensando, tal vez, que acogerlos en el seno del movimiento es mejor que tenerlos de enemigos. Ya hemos visto lo sucedido con Lily Téllez, Germán Martínez, o el propio Ricardo Monreal. ¿Acaso no fue Juan Ramón de la Fuente, quien, como rector de la UNAM, reprimió a los universitarios como en los peores tiempos de Díaz Ordaz? ¿O el ex secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, señalado por pertenecer al círculo del indefendible García Luna…¿o es que sólo debemos ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio?  

 

Finalmente, de la misma manera en que los seguidores de Alfredo Jalife tendrían que ejercer una crítica constructiva hacia sus excesos verbales sin llegar a su detención, tendríamos que ser los ciudadanos, sean comunicadores o de cualquier otra profesión u ocupación, los impulsores de la continuidad de la 4T asumiendo la tarea obligada de señalar no sólo los desmanes y corruptelas de una “oposición” cada vez más disminuida, sino la crítica con responsabilidad y sin lealtades mal entendidas, de lo que honestamente creemos que aleja al proceso transformador de los principios que le dieron origen. 

 

 

Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada. José Luis Sampedro

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