Sociedad y Estado en América Latina del Siglo XXI: Una esperanza llamada Xiomara

Internacional22 de mayo de 2023 JORGE LUIS JUÁREZ MARTÍNEZ

web xiomara

Xiomara Castro en Honduras es una llama de esperanza para un país que llevaba más de 10 años en fuego. Y aunque parece que la pesadilla terminó, el país centroamericano colapsó en una profunda crisis social producto de no respetar los procesos históricos y sociales por parte de los intereses creados  y su reconstrucción no será sencilla. Al mismo tiempo, es un espejo para los países latinoamericanos sobre las repercusiones e interrupción democráticas, tanto internas a partir de los grupos de poder y los externos, como los intereses norteamericanos. Revisemos que sucedió.

La década de los noventas para el pueblo catracho fue similar al resto de América Latina: gobiernos neoliberales que endeudaron cada vez más al país con el Fondo Monetario Internacional y que hundieron la economía cada vez más. Rafael Leonardo Callejas (1990-1994) y Carlos Alberto Reina (1994-1998) aunque de facciones diferentes, uno del Partido Nacional y el segundo liberal, gobernaron supeditados a los lineamientos del FMI. Tanto este último como su sucesor, Carlos Roberto Flores Facussé (1998-2002) intentaron adelgazar la nómina gubernamental aunque con muy poco éxito. Más aún, cuando en el periodo de Flores Facussé el huracán Mitch prácticamente arrasó con el país entero prácticamente en su primer año de gobierno. 

Así pues, dicha generación noventera vio sumir cada vez más a su país en la violencia y los conflictos entre pandillas aumentaban. La crisis económica generacional fue el escenario perfecto para recrear la narrativa de la mano dura en los próximos años, lo que ponía en peligro el estado de derecho que había costado décadas instruir en territorio catracho.

Dicho y hecho, el regreso del Partido Nacional con Ricardo Maduro a la cabeza del empresariado hondureño más conservador, gana las elecciones bajo la promesa de la mano firme para el mandato del 2002-2006. Con Maduro pasó lo impensable: a la par de seguir las políticas impuestas para la supuesta recuperación económica, sumó Honduras al CAFTA: un tratado comercial de Centroamérica con EUA, lo que sumergía al país a una enorme dependencia económica a los estadounidenses y sumó al Batallón Xatruch al conflicto de EUA con Irak, ya alianza política, económica y militar con los hondureños. Si bien el proyecto de Maduro parecería ambicioso, la realidad y el contexto del pueblo catracho no cambió positivamente respecto a cifras de la pobreza, donde incluso, habían empeorado. Los resultados de tener a un aliado poderoso como EUA no se traducía en los de abajo, sino entre la élite local empresarial y política. Para el 2006, su sucesor, Manuel Zelaya (2006-2009) dio un giro de 180 grados al dejar de hacer política con EUA y acercarse a Venezuela con Hugo Chávez a la cabeza y meter a su país a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el ALBA. ¡Lo que debieron imaginar en el Partido Liberal por este cambio tan drástico!

Aun así, el sueño duró poco. EUA no podía darse el lujo de que su pesadilla bolivariana se esparciera por Centroamérica y el Caribe. Suficiente tenían con Cuba y Venezuela y apoyo con dinero y armas a los grupos opositores a Zelaya. ¿Les suena conocida esa historia para nuestra América Latina? Su propio partido anclado a los grupos conservadores más rancios, a la Iglesia Católica, los empresarios y por supuesto, a los militares le dieron el golpe de estado en el 2009. Y así comenzó un conflicto civil que duraría poco más de 10 años divididos en dos polos: los simpatizantes con la República de Zelaya y los afines al golpe de estado.

Así pues, el Congreso optó por Roberto Micheletti, también formado en el Partido Liberal pero más cercano a la élite que a las clases populares. Si bien la OEA condenó el golpe de Estado e incluso expulsó al país catracho de su organismo, una vez pasadas las elecciones, reincorporó a Honduras en el 2011. Mientras Zelaya tuvo que replegarse en la embajada de Brasil y más tarde recorrería México y Sudamérica, el país enfrentaba el reto de las elecciones presidenciales con un retroceso democrático que llevaría a la ultraderecha hondureña al poder bajo la figura de Porfirio Lobo Sosa, quien se asumió como el presidente de la reconciliación. No fue sencilla su tarea porque gran parte de los mismos países latinoamericanos lo desconocieron, mientras que por obvias razones, EUA y Canadá lo respaldaron sin dudarlo. 

Los primeros años de gobierno transitaron entre el malestar general de la población por la ausencia de garantías democráticas, al mismo tiempo que el narcotráfico comenzó a hacer estragos entre la población. Por otro lado, Lobo Sosa apostó por desmantelar las políticas sociales heredadas por Zelaya por lo que sus índices de popularidad cayeron estrepitosamente. Al mismo tiempo, debido a los estragos de la violencia y la creciente corrupción entre los mandos policiales, se derivó un alza impresionante en el número de homicidios, donde en cuatro años se acumularon casi 30 mil muertos. 

¿Por qué llegamos a este punto en la vida política y social de Honduras? ¿Qué se quebró entre clase política y gobernados para convertir al país catracho en un espiral de violencia? No respetar los procesos democráticos y sobre todo, frenarlos a través del poderío de los intereses creados sólo dejaba ver la incapacidad de la clase política de permitir cambios que realmente beneficiaran a las clases populares. Sin embargo, como si de una película de terror se tratara, Juan Orlando Hernández asumió el cargo del 2014 al 2018 entre escándalos de corrupción pero sobre todo, por modificar la constitución para permitir la reelección, que la conseguiría por un pequeño margen en el 2017 y quedarse cuatro años, hasta el 2022. Las cosas no mejoraron. Honduras pasó a ser el país más pobre de Latinoamérica y los índices de violencia aumentaron. Incluso, su deuda aumentó 44 % del PIB, por lo que su futuro inmediato no lucía nada grato. Al mismo tiempo, las acusaciones tanto de su predecesor, Lobo Sosa como de él mismo respecto a los nexos con el narcotráfico fueron insostenibles y EUA solicitó su extradición un mes después de finalizar su mandato.

Así es como llega al panorama político Xiomara Castro, quien ganó las elecciones en noviembre de 2021 y estará al frente del gobierno  hondureño hasta el 2026. Por ahora, se reintegran políticas sociales en favor de las clases populares y se prohíbe la minería a cielo abierto que tanto había afectado a las reservas naturales del país. No ha sido fácil para la Presidenta. El partido Liberal ha saboteado sus políticas desde el congreso pero tiene el respaldo de su pueblo. Honduras despertó de una pesadilla de casi 12 años y fueron ellos mismos quienes decidieron respaldar nuevamente las políticas populares de Zelaya ahora bajo el liderazgo de su esposa. Es Xiomara la llama de esperanza para Centroamérica.

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