No son dádivas los programas sociales de AMLO, son la reivindicación de los olvidados

México merece vivir en bienestar

Nacional 22 de mayo de 2023 Daniel Antonio Lara Palacios

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Muchos de los críticos del proceso transformador que se vive en México se están lamentando incansablemente de los cambios emprendidos por esta administración federal. Tristemente todavía no se han dado cuenta de lo que provoca la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, el impacto de los programas sociales en la vida de millones de mexicanos históricamente olvidados.

Suelen decir desde el polo opositor que se está manteniendo ‘huevones’, que los apoyos, becas y pensiones son clientelismo y paternalismo gubernamental con fines electorales; olvidan un pequeño detalle: la universalidad de los programas son derechos ganados, la falta de cultura política genera este tipo de opiniones.

Pero basta con ver ejemplos en países de los llamados desarrollados para darse cuenta que la asistencia económica de los más necesitados, los desvalidos o los estudiantes son condiciones que generan un piso básico de bienestar, un colchón que permite que las sociedades sean más igualitarias, característica a la que toda sociedad moderna debe aspirar.

Lo que se busca con estos programas y acciones de gobierno es poner un piso mínimo de dignidad para todo mexicano, es decir que todos empecemos el camino con las mejores condiciones posibles, con miras a que todos puedan alcanzar su potencial, no apelando a la bondad de los oligarcas como plantea el junior prianista Enrique de la Madrid, o a una derecha moderna como propone Lilly Téllez, lo que sea que eso signifique sabiendo que la derecha, por definición, es conservadora concepto contrapuesto con lo moderno.

Los programas sociales nos son para siempre, son paliativos mientras se generan las condiciones para una sociedad más justa y de ahí partir hacia un estado de bienestar, que se ha demostrado que es posible si se dan las condiciones adecuadas de impuestos a las grandes fortunas y la construcción de instituciones sólidas que atiendan a la población con eficiencia y eficacia, no para tener un gobierno asistencialista para siempre, sino para tener uno que sirva a los intereses de las mayorías y no de las élites.

La gran mayoría de los oligarcas de este país fingen ser solidarios, le juegan al filántropo repartiendo migajas de lo que obtienen de la relación desigual con sus empleados. En México las grandes fortunas se hicieron a base de la privatización de bienes que eran de todos, la precarización laboral y el tráfico de influencias, al tiempo que se vendía la idea de que cualquiera puede acceder a la riqueza con mucho esfuerzo.

No van a renunciar a sus privilegios, es por eso que hace falta la conciencia de clase, entender que por muy bien que te vaya, en la clase media tienes más en común con una persona que vive en pobreza que con un magnate, que vives a un desastre, una enfermedad, un accidente o una pandemia de unirte a las filas de la miseria. Quedó demostrado con la pandemia del Covid-19, que mientras todos estábamos en la incertidumbre laboral y económica las grandes fortunas no solo siguieron creciendo, sino que aumentaron como nunca antes.

Por eso hace falta un gobierno fuerte, uno que vele por los intereses y el bienestar de las mayorías, un presidente que nos represente a todos y no un gerente de la oligarquía, como ocurría en tiempos del PRIAN. 

Que jamás se vuelva a decir que los mexicanos no trabajamos lo suficiente, que se pague lo justo a los obreros, a los maestros y a todos los que se levantan cada mañana buscando vivir mejor, a los que el neoliberalismo despojó de sus derechos; los programas sociales en este gobierno no son dádivas a cambio de votos, son la reivindicación de los olvidados de los que se esforzaron y no obtuvieron lo que el sistema les prometió.

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