Cuento / 1a. parte
Aún no entiendo muchas cosas de la vida.
No consigo atrapar una sola idea del ser. Son mariposas, polillas, últimamente abejas; no concibo la idea de atraparlas. Es más, ahora que me he contradicho, ¡me es más difícil entenderla! Su cauce, sus entramados, las raíces que recorren a todo el universo, representado por los actos cotidianos, sorprendentes y fantasiosos, esos que descienden de nuestras trompas cuando alucinamos o reflexionamos.
¡Dudo, dudo mucho! Me encanta ver ese río incierto pasar. ¡No hacer nada! Solo verlo fluir, sin entender su principio o su fin. Ese cauce inaudito que moja los dedos de mis pies y trepa hasta mis muslos; mientras que la tarde se hace fría, como enojándose conmigo; de manera simultánea todo se muere con ella.
Todo esto impacta el caparazón que me he armado durante más de dos décadas. Solo escucho los latidos de la máquina perfecta que sigue andando. No tengo la más mínima idea de cuándo vaya a detenerse, aunque ahí va, viviendo, muriendo a la par.
Si me pongo a pensar, todo tiene sentido...
¡Si me pongo a pensar, nada en lo absoluto tiene sentido!
¡Es que no entiendo esto de la vida, ciertos días vomito confusiones que me turban, me provocan la náusea del olvido!
¡Otros días, me maravillo por la misma sensación en mi paladar!
¡Lo saboreo!
Aún no entiendo esto de la vida...
Cuando me abraza la consciencia, que se metamorfosea en tus brazos, la confusión se desvanece; el soplo del viento se la ha llevado.
Quizás no le voy a entender a la vida, pero si me abrazas, si me besas, si me miras como en este instante, ¡créeme, no me interesa entenderla!
Solo quererte...
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