En el nombre de “dios” asesino, esclavizo, humillo y despojo de su dignidad y posesiones a otros
¿Qué es el neoliberalismo?
¿Por qué nadie se define como su partidario?
Opinión19 de octubre de 2022 Daniel Antonio Lara PalaciosCON MUCHA FRECUENCIA se escucha a distintos actores políticos hablar de neoliberalismo y es un concepto que en el argot popular no ha sido suficientemente explicado; es de vital importancia conocer lo que implica un término tan controversial y que está en el centro del debate ideológico en muchos lugares en el mundo.
Para hablar del neoliberalismo es necesario, primero, definir lo que fue el movimiento liberal que se dio en muchos lugares del mundo a lo largo del siglo XIX y del que México y Latinoamérica no estuvieron exentos, que a grandes rasgos fue la separación de la Iglesia y el Estado. hay que recordar que, conforme se fueron estableciendo Estados independientes tras el debilitamiento de las Coronas española y británica, la Iglesia mantuvo un cierto nivel de influencia en la mayoría de los nuevos Estados, al grado de que, al ser la mayor terrateniente tras las distintas guerras de independencia, podía continuar con el saqueo colonialista en favor del Estado Vaticano y las Coronas antes mencionadas.
Es así que en México llegamos a la Guerra de Reforma, en la que dos bandos se disputaron el futuro de la incipiente democracia mexicana: liberales y conservadores; los primeros buscaron liberar al Estado de la influencia política de la Iglesia, mientras que los segundos pretendían mantener la sumisión del Estado bajo el yugo de la Iglesia y, a su vez, traer de nuevo a un noble europeo a gobernar: Maximiliano de Habsburgo, quien llegó a México y murió fusilado tras el triunfo de los liberales que lograron crear el Estado laico mexicano.
La Reforma fue una lucha armada pero tuvo una base ideológica primordial: llevar al Estado mexicano a regir no sólo la vida política, sino la vida económica del país y planear la economía lejos de la influencia europea.
Teniendo ese contexto, corresponde definir los postulados neoliberales y por qué nadie se define a sí mismo como partidario de esa corriente ideológica. El neoliberalismo tiene como fin principal la liberación de la economía de la mano rectora del Estado para dejarla en manos del mercado que, bajo está lógica, manda sobre cualquier factor económico. Por supuesto que está tesis no se sostiene porque la teoría capitalista dicta que los empresarios deben ser moralmente impolutos, cosa que en la práctica es imposible ya que, con el fin último del lucro, lo que se logra es la desaparición de los derechos laborales, el adelgazamiento del Estado y peores condiciones de vida para la sociedades donde se impone.
Los defensores del libre mercado por lo general son personajes beneficiados por el sistema, grandes magnates e individuos que se conforman con vivir a la sombra del gran capital, comiendo de las migajas que caen de la mesa de los megarricos; aspiran ingenuamente a llegar a ser multimillonarios en un mundo donde cada vez más se confirma que si naces rico morirás rico y, por el contrario, si naces pobre morirás pobre.
Por lo menos hasta la llegada de los gobiernos neoliberales impulsados alrededor del mundo por el presidente estadounidense Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher en la década de los 80, la movilidad social en el mundo existía; los padres podían, en términos generales, ofrecer una mejor calidad de vida a sus hijos. Producto de las luchas sociales, el sindicalismo respondía a las demandas de los trabajadores, y el Estado respondía a las problemáticas sociales con un control de la industrialización.
En el caso de México había un sinfín de empresas administradas por el Estado, todas ellas muy rentables pero que eran saqueadas por servidores públicos corruptos; con el neoliberalismo, en lugar de sanear la corrupción al interior de las paraestatales, se optó por malbaratarlas con el argumento de que la Iniciativa Privada era mejor administrándolas.
Y sí, ciertamente fueron mejor administradas, pero lo que costó décadas para los mexicanos construir, dejó de dar beneficios para todos y la riqueza se concentró en una camarilla de traficantes de influencias ligados a los gobernantes neoliberales, que hoy encabezan la lista de los más ricos de México. Es inaceptable que producto de esas privatizaciones y concesiones, hoy nuestro país tenga al hombre más rico de América Latina (por algunos años el más rico del mundo) mientras más de 50 millones de personas que viven con salarios miserables.
Quienes desean que este sistema injusto continúe no se dan cuenta que están siendo instrumentalizados por los grandes magnates, la era digital está profundizando aún más la concentración de la riqueza en cada vez menos manos, las grandes compañías tecnológicas tienen hoy más poder que algunos Estados nacionales, y los hombres más ricos del mundo compran a las mentes más brillantes del mundo y usan sus innovadoras ideas para su beneficio.
Está en el interés de los más necesitados que sus gobiernos dejen de defender a los magnates para conseguir la justa remuneración de los asalariados, servicios sociales de calidad, salud con dignidad, pero sobre todo un futuro para las familias más necesitadas; es necesario planear la economía en función de los más pobres, y no a la conveniencia de los que ya lo tienen todo.
Hoy Latinoamérica vive una revolución de las conciencias, gobiernos antineoliberales se alzan a lo largo y ancho del Subcontinente, pero los grandes beneficiarios del modelo entreguista están en control de los medios y buscan dar marcha atrás a las intenciones reformistas del progresismo para seguir en control de la economía aunque eso signifique condenar a la pobreza a millones de seres humanos.
Es necesario apelar a la solidaridad, la empatía y el humanismo, dejar atrás el individualismo malsano que nos trajo esta problemática. Los grandes magnates deben entender que sus empresas no son nada sin alguien que consuma lo que ofrecen y menos sin sus trabajadores a quienes han decidido precarizar. Los gobiernos deben dejar de ser gestores del alto empresariado para convertirse en promotores del progreso colectivo. / ESPACIO LIBRE
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