La muerte se llama Penélope

…Y el ángel olvidándose de su imagen divina, sin importarle nada, se entregó en brazos de su demonio para amarse eternamente en una caricia del alma… Crónicas de la Estirpe Negra

Cultura 09 de enero de 2024 Jesús Marín

penelope web

Dicen que la muerte tiene miles de rostros. Dicen que uno puede morir y no darse cuenta. Yo no lo creía, ahora sé que es cierto. La ausencia de una mujer es la muerte. La ausencia de la mujer amada es la peor de las muertes. Una muerte inacabada y por lo tanto más cruel que el olvido de Dios. Y estás ahí, a mitad de la noche, en tu celda, mirando ese trozo de papel donde alguna vez ella escribió palabras que alumbraron tu ceguera, instantes donde creíste serías salvo, con derecho a no ser maldecido. Y que el destierro había terminado.

El silencio es la peor de las resignaciones. Eres sombra vagando por las calles. Sombra que se esconde de espejos y huye de la luz. 

Me abandonaste Penélope, dejándome a mitad de la fe, esperando tu regreso, sin explicación ni piedad. 

Dicen que cuando a uno se le parte el corazón, ya no hay remedio contra la tristeza negra que lo invade. Contra este desasosiego y desesperación, que nos asfixie, por no verte, por no escuchar de tu voz, mi nombre.

Dicen que las lágrimas se lloran hacia adentro, queman como lava ardiente. Y más valiera estar muerto para no extrañar la ausencia de esa mujer. Dicen esas lágrimas crecen hasta convertirse en flores negras. Dicen que uno se pasará las noches esperando el regreso. Dicen que uno está muerto, con la mirada ausente de los que han perdido la fe. De los que han perdido su alma. Tú me prometiste regresar a mí, Penélope, no me condenes a mi tullidez.

No sé dónde buscarte. Sólo conozco de ti, tu nombre y la infinita tristeza de tu mirada, y el infinito miedo de tu alma. Sólo sé de ti, que te estremeces cuando mi lengua explora el lóbulo de tus orejas. Y que muerdes mi cuello hasta hacerlo sangrar. Y que tu vientre es fruta sagrada.

Has dejado de necesitarme Penélope, he dejado de estar vivo. Qué hacer cuando el amor termina. Dónde refugiarse cuando el naufragio se ha llevado todo.

Cierto, Penélope, quedan restos de lo que fuimos. Pequeños momentos que nunca han de morir: la vez primera que percibí el aroma de tu cuello. Nuestro primer beso. Y la tarde en que te desnudé y lloré ante tu miedo y te abrazaba muy fuerte y tú te aferrabas a mí. Ese trozo de papel con tu fotografía a tus 18 años, en el cual escribiste siempre estaríamos juntos. 

El amor nunca es eterno. El amor duele. El amor mata. Y lo que sobrevive, es una desolación insoportable, un secarse lentamente. Es un ir enloqueciendo de silencio. Es buscar en laberintos, entre mudos recuerdos.

Cada noche se convierte en eterna prisión. Noches clamando por tu cuerpo, por tus pequeños senos y por la pureza de tus muslos. Por tu inefable ternura y cariño.

Noches tratando de buscar una razón de tu abandono. De tu condena, a este tu demonio, ángel mío, Penélope, mi reyna de Itaca, ¿dónde estás?, ¿por qué me dejaste sin alma, sin ojos, sin corazón? 

Dolor de no tenerte, dolor de ausencia, dolor de estar vivo sin tu boca para morderme, sin tus manos para acariciarme. Loco sin ti, loco de muerte. Loco entre locos. Loco de noche, loco sin luz.

Hoy conozco la hiel de los ciegos. Amargo sabor que lacera. Hoy sé que los recuerdos no sirven cuando únicamente se tiene el abismo como refugio.

Ahora comprendo que de amor sí se puede morir. Muerte más allá de un puñado de tierra, más allá de la piedad de los hombres y el rezo de sacerdotes. 

Nunca he estado más vivo que cuando te tenía en mis brazos y te refugiabas en mi pecho, con tus ojos derrumbados, con la tristeza que flotaba en el fondo de tu alma.

Ya no tendré calma. He perdido mi hogar. Tú te llevaste la fe de mi vida. Ya no habrá luz. Ya no tendré tu ternura que sanaba este odio. He sido de nuevo crucificado. He sido de nuevo convertido en demonio. Me abandonaste cuando creí que nuestro Dios nos había perdonado. 

De nuevo la sangre. De nuevo el cazar. De nuevo la oscuridad y el huir. Ahora sí que estoy muerto. Ahora sí que he dejado de ser hombre. De nuevo el no pertenecer a ninguna parte. De nuevo la soledad y los cuervos devorándome…Te amo Penélope. Ya perdona mis traiciones. El dolor que te causé. Y regresa a mí, Penélope…

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