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Movimientos Sociales y Sociedad Civil: Chiapas y la llamada de auxilio
Nacional25 de septiembre de 2023 JORGE JUAREZSi bien las alianzas electorales previo a la del 2018 fueron necesarias por la amenaza real de fraude sistémico contra la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, también es cierto que muchos integrantes de dicha coalición no han estado a la altura de la coyuntura histórica que se está viviendo. La dupla entre Manuel Velasco como gobernador saliente de Chiapas y Rutilio Escandón, gobernador entrante, desestimaron la gravedad de la crisis social en el estado.
Tampoco es que sean los culpables de décadas de abandono y de pésimas políticas implementadas en la región, sino que el diagnóstico era obligado en el periodo de transición y fallaron. La disputa territorial por carteles del narcotráfico y sus consecuencias como la corrupción de altos mandos del ejército, la guardia nacional y obviamente la policía estatal y municipal son un problema que se gestó desde el periodo de Vicente Fox y se agudizó con Felipe Calderón entre Chiapas y la frontera con Guatemala.
Extorsionar a migrantes, secuestro y consolidar nuevas rutas para el tráfico de drogas entre las bandas delincuenciales mexicanas y los maras tomaron fuerza después del 2004. Sin embargo, jamás le interesó a Fox y a Calderón tomar cartas en el asunto salvo que para resguardar la frontera de los migrantes a través de la represión. No fue sino hasta que estalló la nota de la masacre en San Fernando, Tamaulipas cuando se hace una revisión de la ruta migrante y su punto de partida: Chiapas.
Parte de esa complicidad emerge con el exgobernador Juan Sabines Guerrero (2006-2012) quien apenas puede administrar al estado en medio de escándalos por desfalcos y la nula contención de los grupos criminales salvadoreños entre Tapachula y Ocosingo. Sabines llegó a la gubernatura de Chiapas con el empuje de AMLO en las elecciones del 2006 bajo la bandera del PRD y aunque contó con capital político, no supo administrarlo y se mimetizó con los demás gobernadores calderonistas. Siendo realistas, jamás dejó su formación priísta de origen por lo que tampoco sorprendió su mal rendimiento como gobernante y por ende hoy está en el olvido.
Para la llegada de Manuel Velasco en el 2012, la fórmula tampoco era distinta a la del candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, en la que ambos apostaron en la campaña y ya entrando en funciones a gastar gran parte del presupuesto en la promoción y publicidad gubernamental. En lugar de invertir en infraestructura local y políticas públicas para Chiapas, gran parte del recurso público se fue a las arcas de las televisoras que buscaron mediatizar el matrimonio entre Velasco y Anahí, replicando la dupla entre Peña Nieto y Angélica Rivera.
Es decir, en medio de la frivolidad y la superficialidad, los carteles mexicanos avanzaron y se consolidaron en el sureste mexicano despojando a los campesinos y pueblos originarios, acelerando la descomposición social de la región. La llegada de Rutilio Escandón tampoco representó un cambio radical en el presente chiapaneco porque, aún ahora, no ha realizado una estrategia de contención y seguridad al respecto y para 2020, dos años después de haber ganado las elecciones por MORENA, los enfrentamientos entre los cárteles y la caída de sus respectivos líderes encrudecieron los ataques entre sí, por lo que para blindarse han utilizado como carne de cañón a la población local.
Al mismo tiempo, los grupos paramilitares que surgieron a partir de la animadversión contra el EZLN, se han fusionado con los carteles mexicanos asfixiando a las comunidades, pues ante la falta de elementos, son los pobladores los obligados a ser cinturones y cercos de seguridad. Hoy, los mismos caracoles y campamentos zapatistas están en alerta máxima y con las armas en mano frente a la amenaza real del crimen organizado.
Chiapas está en plena llamada de auxilio y sería un error garrafal que la federación demore en atender la emergencia, pues el estallido social está a punto de reventar casi 30 años después del levantamiento del EZLN en 1994. Samuel García entendió que no podía administrar solo la crisis del agua en Nuevo León y tuvo que pedir ayuda AMLO por lo que la Secretaría de Gobernación y CONAGUA salió al rescate y la historia tuvo un cierre casi decente. Ahora le toca a Rutilio Escandón reconocer que el estado se le salió de las manos y Luisa Alcalde tiene que meter las manos al fuego urgentemente. Nuestros hermanos de Chiapas lo necesitan. Aún en la desesperanza, recordamos en voz de Mercedes Sosa, que lo injusto no nos sea indiferente.
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