
Cuento
Antier vino el cardiólogo a verme a mi habitación del motel 450, que no tiene servicio a la habitación ni frigobar con cerveza. Me visitó el galeno de las palpitaciones cardiacas, preocupado porque en mi electrocardiograma no sale ningún movimiento del corazón. Ninguna señal de estar vivo. Simplemente carezco de actividad cardiaca. Como si no tuviese corazón. Una raya recta y plana. Traté de explicarles que carezco de corazón. Me los destrozaron tres mujeres y cada una de ellas, se llevó un trozo del mismo.
La primera fue Anita, mi pecosa, alta, frondosa como un árbol de deliciosas manzanas de 1.76 mts, de tiernos 21 años. Escorpio. Caderona, con exquisitas cumbres al frente del pecho. Carácter fuerte y sonrisa deslumbrante. Paramédico y estudiante de medicina, hoy exitosa doctora. Fue una desprendimiento dulce y tierno. Se llevó mi corazón entre rosas y canticos de muerte.
La segunda criminal, mi flakita, mi princesa oscura, una chica delgadita. Inocente hasta la desesperación. Ella vestía de negro. Amaba la oscuridad, los vampiros y a Bunbury, tenía casi 20 años. Piscis. 167 mts, Senos de gorrioncito acurrucado y el vientre más delicioso que estos impíos labios han probado.
Nos hicimos amantes, ya que Anita era mi novia oficial. Mi flakita, de carácter dulce, muy honesta y la mejor besadora de las mujeres que he tenido. Tal parecía que nuestros labios fueron creados para besarse solo entre ellos. Ella me amaba y yo la destruí. Destruí su vida perfecta. Quizá sea parte del karma que estoy pagando.
Con la flakita y Anita, compartí mi departamento o leonera, y mi carne prieta. Y a nuestro nido de amor, situado por rumbos del Museo del Aguacate. Lo fue durante seis u ocho años; el tiempo en el amor es confuso. A las dos la amé o amo, intensamente. Una mi novia, la otra mi amante, las dos mis mujeres en la misma época, me compartían y trataba de complacer a las dos. Lo sé, soy cabrón, feo y negro, muy afortunado, al menos eso creía, ante que me topara con una tal bacteria Fournier. Y valí madre como nunca había valido madre.
Mi novia sospechaba por mi fama de huilo profesional. La flaka sabía de mi novia oficial como yo del suyo. Han sido los mejores años de mi vida.
La tercera y última destazadora de mi víscera cardiaca, es la más terrible y a la vez la más indefensa, mi María Félix en compacto, igual belleza y mismo carácter de diva. Una altiva sinaloense, mujercita de 1.56, más peligrosa que una R15 con eso de que las chaparras están más cerca del infierno. Además es Escorpio del lado demoníaco. Harán ya siete años, yo no soy nadie sin Laura, pero Laura no está. A Laura le escribí cuatro libros de poesía: He de morir pronunciando tu hermoso nombre, Laura Frankenstein, Cantares de Laura gitana y Golden puchas.
A Ana, tres libros: Poemas para zurrar sin tristezas, Si quieres te digo cosas tiernas y Crónicas de Duranghetto. A la flaka dos libros: un libro oscuro de poesía erótica y estilo gótico. Y Perros de luz.
Comparten las tres, el poemario Mientras escucho a Pink Floyd. A las tres, las amé y amo, de forma total e intensa, me les entregué en cuerpo y alma. Solos mediocres cobardes son fieles a un solo amor. Perdón si ofendí a los santurrones hipócritas.
Al enterarse el cardiólogo de mi tragedión, me dio un fuerte abrazo y se marcha de mi celda 355, de la prisión 450, dónde llevo purgando casi un año de dolor y crucifixión. Me abrieron canal. Me han operado veinte veces en busca de alma y corazón.
Hoy me dijeron mis carceleros, hombres de bata blanca, que por mi confesión me castigarán cinco días de ayuno total. Por prostituto y huilo. Y por pendejo de creer en las mujeres.
Esa es la historia de por qué no tengo corazón. Y puto el que no se enamore. Hubo otras dos, la Montserrat a quien dañé y herí, a sus 19 años, pianista consumada de música clásica. Libra, 1.69 parte del karma. Y la otra, la infante de las letras. A Montse le escribí Las otras muertes de Fermín, mi primer libro de cuentos en el lejano 2002. Y a la chaparra nalgona, Manual para cazar palomas despanzurradas, la foto de portada yo la pinté, es una pintura al óleo de esta Minerva en azul, porque todas las mujeres tristes son de esa tonalidad.
Hubo otras, no las recuerdo, quizá porque con tal de llevármelas al catre, utilizaba la sucia estrategia de dedicarles poemas de Anita, Sarah y Laura, nomás cambiándoles nombre y características.
Lo sé, soy un hijo de perra. Perro loco hasta el último ladrido. Qué quieren, las mujeres es lo más delicioso que me he comido. Ellas y la cerveza Victoria que bebí durante veinte aguerridos años caguameros. ¡Y salud cabrones y cabronas, que la vida y la muerte, los sorprenda con una cahuama en cada mano!
II
Entre más cercano estás a la muerte más gracias das a la vida. Es irónico te estás desfalleciendo, con la sensación de que en cualquier momento te vas a derrumbar y es cuando te das cuenta lo mucho que amas vivir.
Todas esas cosas que te faltan por hacer. Abrazar a mi Sarah por última vez. Despedirme del mar. Beberme esa última cerveza.
No me rindo. Si hasta aquí llegué, me doy por servido. Adiós a mis camaradas. Adiós a las hermosas mujeres. ¿Dónde habrán de quedar mis amados libros? ¿En qué manos? Adiós a mi perro Saroh. Eso es todo, la luz se extingue...
III
No sé qué pienso, ni qué siento
ni a dónde voy, ni qué esperar
estoy en la lona, medio muerto
noqueado como nunca lo he estado
Perdí orgullo de macho alfa
mis ínfulas de poeta malditote
perro loco de tullidos cuarenta kilos
perro loco de costillas y huesos
Me sobrevive lo hocicón
el brillo rabioso de mis ojos negros
Del aquel tipo fanfarrón
perdonavidas que fui durante 50 años
no queda ni pizca de cenizas
Me hicieron mierda
Esta bacteria carnívora de Fournier
acabó con lo que fui
Estoy en cero. En modo reset
modo totalmente fregado, chatarra pues
No tengo dinero, ahorros, trabajo
dignidades, orgullos ni respeto
Me robaron mi laptop, mis escritos, obra inédita
un año luchando contra feroz infección
Veinte visitas al quirófano, para limpieza y expiación
acabaron con masa muscular y vanidades
operación tras operación, bisturí y navajas
contra el virus o como chingaos se llame
que me atacó por salva la parte
no me comiera por dentro. No me matara
Perdí nalgas, esas que nunca tuve
Clausuraron mi culo, ano y oscuridades
Cago por una bolsita conectada a mi intestino
soy costal de pellejos y huesos
soy costal de compasiones y tragedias
un decrépito recuerdo de mis 95 kilos
sumando destruido orgullo, soberbia falleciente
no peso más allá de casi cuarenta kilos
Bonita chinga me dio la vida
O Dios o el demonio o los tres
Ahora entiendo el karma
algo muy feo hice en pasadas vidas
Ya pagué por las próximas seis
Me dicen, es una pinche prueba de Dios
es tu segunda oportunidad
tu glorioso renacimiento,
predican míticos e iluminados
mandan estampitas con un Dios te ama
Cabrón, qué bueno que no me odia
Hay cosas hermosas en esta devastación
en este tsunami y huracán grado cinco
en esta carnicería espiritual y de salud
me regaló familia y amigos, de sangre y corazón
carnalitos que no me dejan caer
me han sostenido con su cariño
su solidaridad, amistad y dineros
No tengo palabra ni verso para agradecerlo
menos corazón (las mujeres que he amado
se lo llevaron en trozos)
Muchas gracias, hermanos y hermanas
Escribo desde la cama 345 del hospital 450
en espera de ser cosido y zurcido
en espera de ser resucitado y rescatado
recuperar mi recto y culo
Y quizá algunos gramos de orgullo y valor
Estoy en modo estoico
en modo chingue a su madre el diablo
sea lo que los dioses manden
ya más chingaderas me la rundan
Me dicen que mínimo
otro mes en esta cama
No camino mucho. Es decir, nada
Paso las tardes en soledad
(siempre he sido solitario antisocial)
Ahora lo soy a fuerzas
No tengo visitas, excepto las enfermeras
al verificar si sigo vivo,
y una caterva de blancas lechugas
con estereoscopios y gestos de dioses
doctas huecas recomendaciones
La familia cercana, la que me crío con amor
ya todos muertos, viven en mis restos de alma
A todos los enterré
A mi abuela Natividad, duende tepehuano
a mi madre María Cristina, a mi tío Saúl
y a mi viejo, Don Jesús Marín
Estoy en paz
todavía no descanso en paz
No doblen campañas ni prendan veladoras
Sigo arañando y maldiciendo
este perro loco no raja
No me arrepiento de casi nada
quizá de no saber amar a ciertas mujeres
a tres en especial, sin favoritas y en mismo amor
la pecosa Ana, la flakita Sarah y la Satán de Laura
El último miembro de mi familia cercana
mi perro Saroh, huérfano de siete años
habita otro corazón que lo cuida y ama
Dios bendiga a esa mujer y a mi perro
No sé qué siga. Ni a dónde vaya
si tengo esperanza o futuro alguno
estoy en batalla, la guerra no ha terminado
Desde mi amargura habitual
¡Ave Cesar!, los que van a morir,
¡os saludan!
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