Lluvias exhiben carencia de colectores pluviales

En la ciudad de Durango

Local 09 de julio de 2023 MARTÍN M. GONZÁLEZ

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Por fin llegó la lluvia. Por fin ese Dios tan alejado de los duranguenses se apiada de nosotros. Del sopor de los 40 grados a la sombra. Del uso indiscriminado de ventiladores, aires acondicionados, hielos en la panza, y de meter la cabeza en el refrigerador. Todo el santo día y noche, provocando sobrecarga de energía, apagones, reflejados en el recibo de la luz.

Felices los duranguenses, los agricultores, los ganaderos, por fin unas pocas lluvias, nublados y fríos, que se llevan el calor agobiante.

Feliz el gobernador, de quien se dice ya metió onerosas facturas por bombardear las nubes. Obvio que, si tenemos lluvias, no es por el gobernador, es por los ciclones que andan por ahí.

Los capitalinos nos volvemos a enfrentar con las inundaciones. Cualquier mediana lluvia, llovizna, ya no se diga aguacero, provocan inundaciones por todos lados, en el centro histérico, los bulevares, colonias, vasos de agua, botellas vacías, Pese a que gobierno tras gobierno, municipales, gastaron millones en infraestructura hidráulica, en drenajes, alcantarillado, y no sirven para maldita la cosa. 

Durango capital se convierte en la Venecia del norte. Ríos recorren las calles, los arroyos, no hay por donde caminar. Charquerío por nuestras pequeñas calles de Durango. Con los trogloditas que tenemos como conductores, particulares y taxistas, el baño es seguro cuando estos vehículos pasan a madres por el charco laguna y nos mojan toditos. Nos remojan, salva sea la parte.

Si bien es cierto que el charquerío es en parte culpa de los malos gobiernos, de las transas y corrupciones, de mala ingeniería hidráulica, materiales de baja calidad, también es por culpa de los ciudadanos que sin ninguna cultura vial, arrojan la basura en las calles, en las alcantarilla, sin ponerla un bote de basura, que por cierto no hay botes para depositar la basura en todo el centro histérico, excepto en la plaza, unos cuantos botes. Conductores que desde sus vehículos en marcha, arrojan sus desperdicios por la ventana, ya la bolsa de papitas, la botella de plástico, a la suegra, a su cónyuge tarantulesca.

Provocar que las pocas alcantarillas que funcionan se tapan, son estrechas, mal diseñas, mal calculadas para el flujo fluvial. Y para fregarnos más tiene nulo mantenimiento. A sacar las botas y los trajes de buzo. Desde que hicieron el millonario negocio de entubar la Acequia Grande, Durango sufre de inundaciones cada temporada de lluvias.

Con el alcalde Antonio Ochoa Rodríguez, aspirante a la senaduría por el PAN, quien es el menos nefasto, comparado con el gris y mediocre Ratalum y la rata güera y mayor del Aispurio, no la tiene tan difícil.

Imaginen, solo imaginen, cómo canta Juanito Lennon, imaginen por un momento que esos ocho millones de pesos que Ochoa Rodríguez le pagó al cantante en declive de ranchero Pepe Aguilar, se hubieran invertido en sanear la infraestructura del drenaje, en limpiar coladeras, en cambiar tuberías.

Si esos ocho millones se hubieran invertido en la ciudad, quizá no sufriríamos inundaciones tan desastrosas. Pero como en eso no hay negocio. No ganarían millones por las corrupciones, con los moches, a nuestro querido alcalde fiestero y derrochador le valió la madre, casi casi diciendo, pos aprendan a nadar.

Aun así, gracias Tláloc, gracias por la lluvia. Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva. 

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