El puente que construyó el diablo

Leyendas duranguenses

Cultura 03 de julio de 2023 JESÚS MARÍN

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El puente lo construyó el mismísimo diablo en una noche. Cientos de oscuros seres se avocaron entre una furiosa tormenta a levantar un coloso de piedra que se convertiría en la entrada a la Nueva Vizcaya, conformada por Durango, Chihuahua, Sinaloa y Coahuila. Desde entonces es conocido como ‘el puente de Navacoyán que construyó el Diablo’.

Dicen que eran dirigidos por un ser vestido de negro, de botones relucientes de plata y ojos de un rojo intenso. Por un curro. Por el mismo rey del averno. Por el diablo. El ángel caído.

El puente de Navacoyán, encargado para su construcción por Pedro Minjares en 1782, es de los más antiguos de Durango. Permite el paso a carretas y cuenta con un acueducto.

Cierto, el maestro me invoca una noche de tormenta. La desesperación es mi mejor aliado entre los hombres. Me nombra tres veces frente a un espejo. Me implora mi ayuda para salvar su prestigio y fortuna.

Me cuenta su “triste historia”, já, perdonen el sarcasmo. Que lo contrataron para la construcción de un puente que comunicara al poblado de Navacoyán con la capital del reino de la Nueva Vizcaya. Para mi oscuro poder es muy poca cosa. Yo que tenté al Nazareno, aquella petición es muy simple de cumplir. Y ganaría otra alma para mi reino.

Sí, el maestro era bueno, la obra iba en tiempo y esfuerzo. El hermoso puente casi terminado, pero ya ven como son los aguaceros por estos rumbos. Se viene la crecida del río Tunal y justo tres días antes de entregarlo es arrasado hasta el último ladrillo, para mi regocijo y fortuna.

Desesperado el hombre, sin medir consecuencias ni alcances, invoca mi nombre y poder. A cambio de su pobre alma mortal, yo se lo construiría en una noche. Yo y mis acólitos del averno, lo haríamos en una sola noche, en medio de una gran tormenta, entre relámpagos y rayos.

Al colocar la última piedra, el alma del maestro sería mía para toda la eternidad, pero fui traicionado. El maldito gallo cantó antes de tiempo y no pude colocar la última piedra. El puente queda inconcluso. Yo perdí un alma para el infierno. Y mi venganza fue terrible.

Mi hermoso puente lo construí en una longitud de 61 metros. Salva el cauce del Río El Tunal. Está construido de mampostería de piedra volcánica. Y lo terminé en una sola noche. Si ese maldito gallo no hubiera cantado, sería dueño de otra alma humana, pero hasta el diablo tiene malas noches. Ese coloso de piedra de Navacoyán ha resistido los embates del tiempo, es prueba de mi poderío de príncipe de las tinieblas.

A mí, el mejor maestro albañil de la Nueva España me contrataron para erigir un enorme puente para solucionar el problema de las inundaciones que parecía imposible. En tiempos de aguas, los fuertes aguaceros, arrasaban con las tierras y dejaban incomunicados a poblados enteros, por las terribles inundaciones.

Me contrataron en mi tierra, saben, yo soy de Zacatecas, pero hasta estas tierras llegó mi fama de maestro albañil. Me contrataron desde Zacatecas. Yo con gran fama de realizar obras de tal naturaleza con gran éxito.

Se decide construir un puente sobre el río Tunal para mejorar la comunicación de Navacoyán y sus alrededores. Por ello me mandan llamar a mí, el mejor maestro albañil de la Nueva España, quien edificaría un puente que ayudaría a enlazar a varios pueblos.

Me ofrecen una cuantiosa suma de dinero con la condición de que concluyera la construcción antes de la temporada de lluvias. El caudal del río crece y es peligroso. De lo contrario perdería el dinero y mi reputación sería arruinada.

Me contrata el amo de la Hacienda del rumbo, con la condición de terminar en tiempo y forma la obra. De no ser así, no me pagarían un centavo. Acepté las condiciones confiado en mi maestría y oficios. Traje mis cuadrillas de trabajadores. Diseñé el plano y nos pusimos manos a la obra.

Trabajábamos en los tres turnos, sin descanso. La paga me convertiría en un hombre rico, lo cual me permitiría retirarme a vivir de mis rentas.

Contraté maestros, aprendices y oficiales, así como los acarreos de piedras y materiales. Tres días antes de la entrega, una terrible tormenta azota Navacoyán y el puente quedó hecho añicos. Mi obra maestra de meses de ardua labor, quedó devastada en menos de una noche.

Yo, el mejor maestro albañil de la Nueva España estoy desconsolado, no recibiría mi ansiado pago. Mi prestigio como maestro albañil quedaría destrozado. Mi honor humillado y no podía permitirlo. He invertido toda mi fortuna en este puente. Desesperado renegué de Dios nuestro señor.

Lloré como llora un hombre. Tres veces maldije al Dios de los cristianos por su impiedad. Yo, su más fiel católico, cristiano por bautizo y fe, que no falta a misa de doce los domingos. Doy el diezmo que corresponde. Y me confieso dos veces por semana. Y así me paga mi Dios. Maldito Dios, mil veces maldito.

¿Dónde estás Satanás, amo y señor de las tinieblas? Ven a socorrerme. Te ofrezco mi alma y mi devoción. Ven a salvarme del desprestigio y la ruina. Y pronuncié el conjuro ante un espejo como marcan los ritos prohibidos.

No acabo de pronunciar mis palabras, cuando un viento se desata, miles de hormigas surgen de todos los rincones. Y cesa el ruido, ni los grillos se escuchan, un asqueroso olor a podredumbre se esparce. A carne pudriéndose.

Tres veces dije su nombre frente a un espejo. El olor a azufre esparciéndose. Manadas de ratas se escurren entre mis piernas. Desde las tinieblas emerge un ser oscuro, un curro, un charro de ropajes oscuros, negros como la maldad, ricamente enjoyado con botonaduras de maciza y reluciente plata y espuelas de oro macizo.

Su rostro lo cubre un amplio sombrero de charro, ricamente bordado en oro. Dos brasas por ojos, arden desde las oscuridades. Una maléfica voz, ofrece salvar mi prestigio. Ofrece terminar el puente en menos de una noche. A cambio le pertenecería en cuerpo y alma.

No temas pequeño hombrecito. Yo salvaré tu prestigio y fortunas. Yo levantaré el puente por ti y será el más bello y resistente de la región, a cambio quiero tu alma. Desesperado, acepté.

En una sola noche el diablo edificó un sólido y magnífico puente con ayuda de demonios que juntan y acomodan las pesadas piedras.

Esa noche ofrecí mi alma al satánico ente. Abatido y sin pensarlo accedí al trato, si terminaba el puente en una sola noche sería dueño de mi alma. Poco importa se me condene arder en las llamas eternas de los infiernos, si mi honor de hombre y mi prestigio, están a salvo.

Ante mi asombro, el puente casi terminado. Entonces me di cuenta del terrible error cometido al renegar de Dios. Tendría que entregar mi alma a Satanás. Quizá fueron las oraciones de mi madre, el llanto de mi familia al saberme perdido para la eternidad o Dios mismo se apiadó de mi alma. Y ocurre el milagro.

Un gallo rompe el silencio de la madrugada y canta, anunciando el nuevo día. El trato está roto, el diablo no ha cumplido su palabra, le faltaba poner esa última bendita piedra para terminarlo. Mi alma está a salvo.

El curro furioso, lanza una maldición y desaparece entre una nube de azufre, gritando que se las pagaría. Se esfuma entre una asquerosa nube de moscas.

Yo coloqué esa última piedra, con mezcla y me fui a llamar al hacendado para entregarle la obra. Grande es mi asombro que al regresar, la piedra está fuera del muro, sin señal alguna de que antes la hubiera pegado.

El puente es entregado faltándole solamente una piedra. El puente hasta la fecha sigue así, como prueba de que el diablo no cumplió su palabra.

Dicen que el diablo nunca pierde. La misma noche en que se entrega el puente, descubrieron con horror el cuerpo del maestro albañil con una mueca de terror en el rostro, a mitad del puente.

Desde entonces se cuenta que en las noches de lluvia se aparece un misterioso hombre en el puente y los valientes que se atreven a hablarle amanecen ahogados en el río. Y ¿Ustedes qué pedirían a cambio de su alma?

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